230
« en: 22 de Septiembre de 2004, 07:52:23 pm »
Bueno caballeros
Aquí tenéis el relato minotauro, espero que os guste.
Es la octava parte de la Saga de Ragnar, abriré otro post y pondré la séptima parte para que los que la han leído no se sientan perdidos.
Algunas de las cosas que pongo en el relato no han sido "aprovadas" por la Gran Vaca, así que es posible que pasen cosas que Dehm considere que son inviables en Klaskan... pero qué demonios...
Advierto que el relato es largo... 8 páginas en word... el que avisa no es traidor...
El último vuelo del Cuervo
“¿Seguro que no hay otro camino Lognar?” preguntó por enésima vez Rodrik mientras se esforzaba en seguir el paso de su compañero por los estrechos recovecos del paso de montaña. Su respiración era entrecortada y ya había perdido pie varias veces en las piedras cubiertas de escarcha, sufriendo moratones y rasguños sin importancia en las caídas.
“Ya te lo he dicho mil veces... Si no queremos rodear toda la jodida cadena montañosa tenemos que cruzarla... Tú puedes hacer lo que quieras, pero yo prefiero acabar con esta maldita búsqueda de una puñetera vez y poder volver a calentarme los pies ante un buen fuego mientras bebo una jarra de jodida cerveza negra en vez de tener que soportar tus quejas cada cinco minutos, así que seguiré y cruzaré por el paso aunque tú te vuelvas atrás...” pese a sus airadas palabras Lognar retrocedió unos pasos y agarrando los brazos de su joven compañero lo izó sin apenas esfuerzo hacia una zona más ancha en la que el joven minotauro podría descansar durante unos momentos para recuperar sus fuerzas.
Rodrik se sentó con la espalda apoyada en una pared de granito y cerró los ojos mientras intentaba acompasar su agitada respiración, mientras sentía cómo su sudor se enfriaba rápidamente por el intenso frío de la zona.
“Descansa unos minutos” le recomendó Lognar mientras dejaba su mochila y su escudo y se ponía otra vez en marcha “Voy a mirar el tramo que tenemos delante para ver si tendremos problemas. Me temo que vamos directos a un glaciar...”
“Tranquilo, no me moveré hasta que me obligues” respondió con una sonrisa agotada Rodrik. Tras tres meses de dura marcha siguiendo los rastros de los engendros sus fuerzas eran escasas y sólo la testadurez de Lognar evitaba que Rodirk propusiera volver al nodo para explicar sus escasos hallazgos.
Las primeras semanas de viaje habían sido tranquilas y relajadas pese al duro ritmo que ambos se habían impuesto.
Los rastros dejados por los extraños seres, a los que ambos denominaban engendros a falta de un nombre mejor, eran fácilmente rastreables, y únicamente con seguir en línea recta tenían suficiente para no perder las huellas. Parecía como si una extraña fuerza hubiese guiado a los seres hacia el nodo donde se habían instalado los refugiados del Norte, obligándolos a avanzar en línea recta sin desviarse lo más mínimo, algo que extrañaba tanto a Rodrik como a Lognar ya que a escasa distancia de la ruta seguida por los engendros había sendas más transitables y cómodas que les hubieran permitido avanzar más rápidamente sin desviarse más que uno o dos centenares de metros a lo sumo.
Ni tan sólo para cazar o comer se habían desviado los monstruos, y buena muestra de ello eran los esqueletos de ciervos y venados totalmente devorados y de huesos astillados que se encontraban con frecuencia por la ruta seguida por los engendros, restos tan carentes de alimento que ni los roedores ni los carroñeros se habían tomado la molestia de llevarse.
El bosque se extendía a lo largo de cómo mínimo un par de cientos de leguas por lo que les parecía a los minotauros, y cruzarlo había sido largo y tedioso, y había agotado los nervios de los dos exploradores que esperaban un ataque en cada momento y a los que cada movimiento de los arbustos cercanos ponía en tensión. Hasta pasadas tres semanas no se atrevieron a encender un primer fuego nocturno para ahumar la carne del ciervo que Rodrik había abatido para reponer sus reservas de carne seca, y las cenas a la lumbre del fuego fueron silenciosas las más de las noches, temerosos de que sus voces pudieran alertar a los pobladores del bosque o a los engendros que suponían que poblaban la zona.
Mas tras un mes y dos semanas de viaje la tensión había remitido lo suficiente para que el talante de los dos minotauros mejorase, al convencerse de que no había habitantes hostiles en el mar de árboles que transitaban y que los engendros cuyo rastro seguían venían de otras tierras.
La caza en la zona era abundante, y los animales confiados ante la presencia de los minotauros a los que no veían como una amenaza, lo que los permitió tener una buena provisión de carne fresca y conservar los alimentos curados por si las condiciones empeoraban y ya no podían cazar.
Las conversaciones nocturnas al calor de la hoguera empezaron a ser más largas y distendidas, y lentamente Lognar fue relajando su carácter brusco y rudo y empezó a responder a las múltiples preguntas de Rodrik sobre su vida y sus habilidades, ya que el conocimiento del veterano Housecarl asombraba al joven mensajero y explorador.
“¿Y cómo te uniste a Ragnar? Por que si eres miembro del Hirdh debiste ser uno de los primeros en unirte a él cuando los elfos atacaron por primera vez el Norte...” preguntó intrigado Rodrik intentando que Lognar hablase de su vida antes de unirse al Jarl del Norte, algo que no había logrado en anteriores ocasiones.
Tras un largo silencio que incomodó a Rodrik al darse cuenta de que podía haber molestado a Lognar éste suspiró y tras lanzar varias pequeñas ramas secas al fuego ya moribundo contestó con una nueva pregunta “¿Qué edad crees que tengo Rodrik? ¿Cuántos ciclos opinas que he visto pasar?”
Sorprendido Rodrik observó a su compañero con atención intentando por primera vez calcular su edad. Era algo difícil para él, y la perpetua mueca de enojo o fastidio que lucía Lognar en su semblante taciturno no mejoraba las cosas. Desde el principio Rodrik había considerado que Lognar era uno de los miembros más veteranos del Hirdh, y algunas canas en su sien entre las dos poderosas astas que coronaban su ancha y fuerte testuz parecían corroborar la impresión, pero la agilidad de sus movimientos y la fuerza que poseían sus miembros desmentía en buena parte la impresión de vejez y debilidad que las canas aportaban. Realmente Rodrik cuanto más lo observaba intentando responder a la pregunta se encontraba cada vez más confuso.
Finalmente sonriendo con nerviosismo especuló tímidamente “No lo sabría decir con exactitud... ¿Cuarenta tal vez? ¿Cuarenta y cinco ciclos?”
Las risas de Lognar lo interrumpieron y sorprendieron. No recordaba haber visto reír a Lognar en ninguna ocasión, ni cuando habían celebrado la caída de la ciudad elfa ni en otras fiestas donde la cerveza negra corría a raudales y los cánticos y chanzas eran habituales en todos los labios sonrientes. Era una risa rara, seca y desesperada, y extraña en el rostro agriado de Lognar. Y a juzgar por el sonido nueva desde hacía ciclos en él, ya que parecía que sus labios y su voz hubieran olvidado cómo conjurar la alegría.
“Por las barbas de Krann... “ murmuró Lognar secándose las lágrimas de los ojos cuando la risa se apagó en sus labios “¿tan agriado y viejo te parezco?... ¿y qué te parecería si te dijera que únicamente he visto veintitrés ciclos?”
Rodrik notó como los ojos se le abrían desmesuradamente por el asombro y la boca se le abría mientras intentaba vanamente responder a la pregunta. ¡Veintitrés ciclos! ¡Imposible! ¡Lognar tenía que estar burlándose otra vez de él!
“Pues sí Rodrik, no me mires con esa cara de asombro... sólo he visto ocho ciclos más que tú, aunque a veces me parece que he vivido durante una eternidad...”
Rodrik no podía hacer más que observar a su taciturno compañero y menear incrédulo la cabeza, mientras con los ojos fijos en las llamas de la pequeña hoguera Lognar hablaba con voz monótona reprimiendo sus sentimientos.
“Mi pequeño clan, en realidad mi familia y poco más, siempre había vivido en los lindes del bosque desde que llegamos al Norte hará ya más de cien ciclos... teníamos unas pocas tierras que daban lo justo para ir tirando sin grandes lujos y cazábamos en el bosque para conseguir carne y pieles con las que comerciar con otros granjeros en las ferias de los pueblos.
No era una gran vida ni teníamos mucho, pero éramos felices y no pasábamos hambre ni nadie nos ordenaba qué teníamos que hacer ni se entrometía en nuestras vidas. Yo cazaba en el bosque y aprendí los trucos de mi padre y mi tío, y no tardé en disfrutar con la caza y la tranquilidad del bosque...
Cuando contaba con quince ciclos me casé con Ingrid, la hija de Oleg, el hermano del jefe de uno de los clanes vecinos que compartía nuestro modo de vida, y durante meses el bosque dejó de atraerme como lo hacía antes. Era feliz con Ingrid y tuvimos una preciosa cría de pelaje negro como el carbón a la que llamamos Freya y que alegraba mi retorno a casa desde los campos a los que a partir de entonces empecé a dedicar las horas de sol...
Pero al tío Sven y a padre la edad les empezó a afectar cuando celebré mi vigésimo primer ciclo, y las piezas que cazaban cada vez eran más pequeñas o más viejas, y la cantidad disminuía, así que como necesitábamos la carne y las pieles mi primo Karl y yo nos ocupamos de la caza para que ellos se quedaran en la granja y volví a los bosques.
Deseaba volver a casa constantemente, pero los míos me necesitaban y la caza en las cercanías de la granja era escasa, así que mis salidas cada vez se prolongaban más, y el bosque había cambiado. Donde antes el silencio presagiaba paz y sosiego ahora una amenaza se respiraba en el denso aire. Los cazadores de otros clanes desaparecían y tanto Karl como yo vislumbramos en la lejanía las figuras de los elfos acechantes, aunque entonces desconocíamos su verdadera naturaleza.
Cuando los Carls llegaron del sur y se montó la primera expedición que partió al interior del bosque tanto Karl como yo ya no salíamos a cazar y vigilábamos con temor nuestras tierras, y nadie del clan se unió a los voluntarios de la zona y a los Carls de Erik cuando partieron a cazar a los elfos, ahorrándonos tener que llorar a los nuestros cuando las noticias de la matanza llegaron con los escasos supervivientes.
Al día siguiente ya nos preparábamos para partir, y mi primo Karl se había adelantado con su familia hacia Lokken, donde pensábamos instalarnos hasta que la frontera tranquilizase. El resto estábamos recogiendo todas nuestras pertenencias cuando mi Ingrid me suplicó que fuera a convencer a su padre de que se uniera a nosotros. Su tío Thorfeist era testarudo y temerario y temía que se quedasen en sus tierras, y Ingrid no podía soportar la idea de que a los suyos los atacasen los elfos, así que me dejé convencer para no verla sufrir y fui corriendo hacia la granja de la familia de mi amada.
Eran cinco leguas de marcha, pero una legua antes de llegar ya sabía que mi viaje había sido en balde... el humo se alzaba entre los altozanos en los que se escondía la granja de los Thorsson, y cuando llegué a las inmediaciones únicamente unas decenas de elfos se movían entre los cadáveres de la familia de mi esposa... abandoné lentamente mi escondite y me lancé a la carrera hacia casa, con el corazón en un puño y rezando a los ancestros y a los olvidados dioses prometiéndoles mi vida y mi servicio eterno si protegían a los míos...
El humo se alzaba también entre los sauces que lloraban en la pared oriental de la casa larga de mi padre, y los cuervos volaban en círculos sobre los prados... Los míos tendrían que haber partido y abandonado la casa, pero sospecho que mi padre o mi esposa convencieron al resto para esperarme y evitar que nadie tuviera que partir solo por las inmediaciones del bosque... no sé ni sabré nunca de quién fue la idea pero les costó la vida a todos y cada uno de ellos...
Ni uno de los elfos que había acabado con los míos permanecía en los alrededores, y eso me salvó la vida o se la salvó a ellos, ya que no había piedad en mi corazón para los que habían despellejado y mutilado el cuerpo de mi Ingrid y habían apagado la luz en los ojos de mi Freya y se habían divertido desmembrando su cuerpo...
No recuerdo gran cosa de lo que hice en esas horas, sólo recuerdo fragmentos borrosos de los cuerpos de los míos y del humo alzándose en el cielo mientras cantaba en la pira funeraria sus vidas y rogaba a los ancestros que acogieran a los míos en los dorados salones del más allá...”
El dolor de Lognar mientras rememoraba su pérdida y su sufrimiento era tan profundo que Rodrik sentía su corazón golpear dolorosamente en su pecho y un nudo en el estómago mientras las lágrimas manaban a raudales por sus ojos a semejanza del sufriente narrador, que con la voz rota por la pena continuó su relato de muerte y vidas segadas antes de tiempo.
“Desperté al día siguiente con el cuerpo lleno de cenizas, el olor a carne quemada inundando mi hocico y los ojos rojos de tanto llorar. La casa de mis mayores era un montón de escombros y maderos humeantes ennegrecidos, y ni la chimenea de piedra se mantenía erguida, sino que se había derrumbado como mi humilde y feliz vida. Recuperé la espada larga de mis mayores entre los bultos preparados en el carro que había de transportar nuestros enseres y a las crías y que no había sido ni inspeccionado por los elfos, y partí al sur, a reunirme con los supervivientes de los ataques para preparar la venganza y encontrar mi muerte enfrentándome a los que me habían robado mi vida.
Pasé varios días vagando famélico por las granjas que conocía y los pequeños villorrios a los que había acudido a vender pieles o a celebrar las ferias y las festividades de la cosecha, y en todos ellos encontré rastros de muerte o miedo. Las casas habían sido abandonadas al huir sus habitantes o se habían convertido en sus tumbas llameantes, pero no encontré ningún minotauro vivo en esos días que recuerdo aún en mis pesadillas.
No sé con exactitud cuándo caí presa del agotamiento y me rendí, pero lo siguiente que recuerdo es despertarme dolorido y famélico mientras unas manos fuertes sostenían mi testuz y la cerveza recorría mi garganta devolviéndome parte del vigor perdido. Ante mí estaban dos Carls armados con largas espadas y fuertes escudos protegidos por brillantes cotas de malla y piezas de cuero reforzadas con metal, y cuatro granjeros de aspecto decidido con unas pocas piezas de cuero por toda protección, lanzas improvisadas y cuchillos de monte que oteaban los alrededores mientras un jovenzuelo con apenas uno o dos ciclos más de los que tienes tú ahora me ayudaba a beber de su odre la cerveza que me devolvía la fuerza por momentos.
Gruñendo por el esfuerzo intenté ponerme de pie, pero fue el brazo del jovenzuelo el que me alzó sin problemas, sorprendiéndome al ver que mis ojos se centraban en su torso, y eso que nunca fui bajo. Alcé la mirada y mis ojos se posaron por primera vez en los de Ragnar mientras ordenaba a Éomund y al resto de sus acompañantes que me ayudaran, y supe que había encontrado a alguien al que podría servir sin dudar y a quien seguiría sin flaquear hasta el plano de los demonios si me lo pidiera...
Fueron tiempos muy duros que no viviste por que tu granja quedaba a decenas de leguas al sur, los elfos casi tomaron Ragnarsholm y los nuestros huían del norte con el rabo entre las patas, pero los que permanecimos lo hicimos por Ragnar y logramos sobrevivir y prosperar. Muchos cayeron y muchos más resultaron heridos, rara era la semana que no se alzaban piras funerarias en honor a los caídos, mas Ragnar nos mantuvo unidos y se entregó en cuerpo y alma a la tarea de protegernos y dirigirnos, buscando sólo que todo el norte pudiera librarse del peligro elfo sin pensar ni una vez en reclamar la venganza de la que los elfos se habían hecho merecedores al acabar con tantos de los miembros de su clan...
Ha llovido mucho desde entonces, y los tiempos son ahora peores que nunca... lo hemos perdido todo y sabemos que si volvemos a nuestras tierras la muerte nos espera, pero Ragnar sigue siendo nuestro líder por algo... ha crecido, y no me refiero sólo a su tamaño... se ha sacrificado por nosotros, se ha sobrepuesto a todas las adversidades que las Nornas han enviado para enredar y cortar su hilo, y sigue dispuesto a darlo todo por nosotros... es por ello que lo sigo y lo obedezco sin dudar ni preguntar, y es por ello por lo que daría mi vida sin dudarlo si con ello pudiera alargar la suya...”
Dicho esto Lognar se apartó del fuego, extendió silenciosamente su manta y se acurrucó contra las raíces de un roble para dormir, dándole la espalda al fuego y al asombrado Rodrik, que intentaba sin demasiado éxito digerir la historia de su amigo.
“Pero... ¿y tú aspecto? ¿cómo es que aparentas casi el doble de la edad que tienes?” fue lo único que logró preguntar Rodrik mientras una multitud de sentimientos y pensamientos revoloteaban por su mente.
Con un susurro prácticamente inaudible Lognar respondió “No lo sé... cuando Ragnar me despertó y me vi reflejado en un riachuelo había envejecido veinte ciclos... supongo que mi juventud murió con mi Ingrid y con mi Freya... ”
Rodrik perdió la noción del tiempo que pasó llorando con la mirada fija en las moribundas llamas de la hoguera, hasta que un gruñido de Lognar lo despertó de su ensoñación “¿Quieres dejar de mirar el fuego como un pasmarote y ponerte a dormir de una jodida vez, idiota? Mañana te levantaré a la misma hora que hoy, y no pienso perder el tiempo vigilando que no te caigas de la silla por quedarte dormido en ella, así que si te quieres ahorrar unos chichones bien merecidos deja de hacer el memo y duérmete ya... ”
“Vaya, el viejo Lognar ha vuelto...” pensó tristemente Rodrik, que se acostó contra un árbol y cerró los ojos intentando conjurar un esquivo sueño que se pobló al fin de elfos aullantes sedientos de sangre, hembras y crías asesinadas y almas desesperadas que lloraban eternamente su pérdida tras una máscara de frialdad y malhumor.
Los rastros de los engendros se dirigían en línea recta hacia las altas montañas nevadas que se apreciaban en el horizonte, y cuando los dos compañeros llegaron a las estribaciones de la gran cordillera el rastro se mantuvo inmutable adentrándose entre las colinas y dirigiéndose a un abrupto paso de montaña cuyo sendero ascendía zigzagueante entre dos de los colosos coronados de escarcha y nieve que dominaban el horizonte.
Varios cadáveres de engendros con los miembros congelados y con aspecto de desnutridos jalonaban la ruta, y tanto a Lognar como a Rodrik les extrañó que los cuerpos medio podridos no hubieran sufrido el efecto de los carroñeros, pero excepto algunos pedazos de carne arrancados por manos con zarpas los cuerpos permanecían incólumes.
Tras una larga discusión, Lognar impuso su criterio y ambos se prepararon para la ascensión, acumulando toda la carne y las frutas silvestres que pudieron conseguir en un par de días y tratando de acostumbrar a sus monturas a la zona, con el fin de dejarlas libres al partir y conseguir que se quedaran en las colinas para poder recuperarlas a su vuelta. Eran dos buenos toros pero no podrían soportar el viaje por el paso, y dejarlos atados significaría su muerte segura, así que tras los preparativos les quitaron las bridas y las sillas, escondieron el equipo de monta en un lugar resguardado de la lluvia y seco y se dispusieron a afrontar las montañas y sus desconocidos peligros.
Un aterido y tambaleante Rodrik se esforzaba en la rutina de clavar el improvisado pico profundamente en el hielo, izarse hasta el siguiente punto de apoyo, abrir con el pico el hielo y desclavarlo, y seguir avanzando.
Lognar abría la marcha y elegía la ruta que seguían para cruzar el ancho glaciar, y con un par de cuerdas arrastraba el equipo de los dos y aseguraba a Rodrik, que en un par de ocasiones había perdido pié y se había salvado de una caída mortal gracias a la cuerda en su cintura que lo unía a su compañero, que era como una roca que lenta e inexorablemente avanzaba hacia su destino sin que las inclemencias lo afectasen.
Golpe de pico, ascensión, golpe de pico, ascensión... dos días con esa rutina, comiendo lo mínimo en los tramos menos pronunciados y sin poder dormir, y las fuerzas de Rodrik ya se encontraban al límite. El frío había dejado sus dedos insensibles hacía ya tanto tiempo que ni lo recordaba, sentía las piernas y los brazos como si bandas de plomo los rodeasen, y su mente vagaba sin rumbo mientras seguía la rutina metódicamente... golpe de pico, ascensión, golpe de pico...
De repente la mano de Lognar detuvo su ascensión, y cuando el exhausto Rodrik alzó la vista vio el rostro cubierto de escarcha de su compañero que con los ojos llenos de preocupación le señaló los valles que en la distancia se veían. En ellos los árboles eran más escasos que al otro lado de las montañas, y por doquier se observaban grupos numerosos que se movían entre grandes campamentos situados alrededor de un enorme nodo palpitante de energía que lanzaba descargas en el aire. Incontables columnas de humo se alzaban en el claro cielo, y Lognar murmuró con preocupación: “Si los vemos a tanta distancia es que ahí abajo hay una verdadera multitud... pequeño, a partir de ahora se acabó el paseo...”
Sin fuerzas ni para preocuparse Rodrik respondió con un hilo de voz “Lo que digas gruñón, pero antes de nada quiero salir de estas malditas montañas y olvidarme de este glaciar de pesadilla... lo que venga ahora será bienvenido tras lo que hemos pasado estos últimos dos días...”
“Krann te oiga pequeño, pero lo dudo, lo dudo mucho...” dijo preocupado Lognar mientras ayudaba a su compañero a iniciar el descenso hacia las colinas.
El Kialli al que se conocía como Lord Ishaviel observaba con un aparente hastío que enmascaraba su impaciencia y malhumor las evoluciones de sus servidores, que conducían a una larga hilera de prisioneros aterrorizados hacia el nodo donde se encontraba para alimentar su poder y permitir que el tan ansiado momento de la liberación de su Señor de los Planos inferiores.
La mezcla de elfos, humanos y orcos que componían la mayor parte de los prisioneros eran obligados a avanzar hacia el nodo por los monstruosos y crueles demonios menores, seres de más de cuatro metros con el cuerpo cubierto de escamas o caparazones duros como el metal y largos brazos con afiladas garras capaces de hendir el más duro de los metales.
Sin importar la presteza ni el orden con el que los prisioneros se movían atentos a la más mínima orden de sus señores, los demonios castigaban aleatoriamente sin cesar a numerosos desafortunados, cuyos gritos de pánico y dolor se dejaban oír sin cesar en el valle, provocando un miedo atroz en los supervivientes y una alegría cada vez mayor en sus captores.
Los demonios menores gozaban con el sufrimiento de los prisioneros y se alimentaban de él, demostrando a Lord Ishaviel lo bajo que habían caído la mayoría de sus congéneres en su estancia en el plano de los muertos. Unos pocos demonios como él mismo, que se denominaban a sí mismos los Kialli o “los que recuerdan”, habían logrado mantener su identidad y no verse abrumados por su muerte al seguir a su Señor al plano de los muertos y habían defendido su personalidad ante la maldición de la inmortalidad como guardianes de los muertos, y a diferencia del resto de sus hermanos, que habían perdido hasta su nombre y se alimentaban de las emociones de los muertos a su cargo al haberlo perdido todo.
Poseedor aún de su nombre y sus recuerdos y por lo tanto de buena parte de su poder de la época en que estaba realmente vivo, las fuertes emociones de los prisioneros atraían a Lord Ishaviel impidiendo que se concentrase en sus pensamientos sobre la evolución de su rival Lord Isaldar en las tierras del sur, donde rastreaba la presencia de un antiguo nodo de gran poder que podía permitir el retorno de su Señor a este plano tras el largo exilio en el plano de los muertos. Molesto con las oleadas de sufrimiento y pavor que asaltaban su mente y atraían a su alma, Lord Ishaviel doblegó a los elementos sometiéndolos a su voluntad y se alzó en el aire luchando con su poder contra la esquiva voluntad del elemento, obligándolo a transportarlo con celeridad hacia la llanura situada a un par de centenares de metros.
Tomó tierra con elegancia y dejó libre al inconstante aire, que furioso se vengó azotando con fuertes ráfagas la zona derribando a multitud de prisioneros y levantando grandes cantidades de polvo y hojarasca que cubrieron momentáneamente la zona ocultando la luz del sol durante unos minutos.
Impasible ante la demostración de poder del elemento que no le afectó al no pasar las defensas que lo protegían constantemente el Kialli fijó su vista en uno de sus sirvientes más poderosos, el encargado del sacrificio de los prisioneros en el nodo, y con una voz suave que enmascaraba su poder le ordenó: “Grazjak, que la caravana avance rápidamente, y que tus siervos no se entretengan. Ya tendrán tiempo de alimentarse otro día… quiero que todos los prisioneros pasen por el nodo en las siguientes tres horas…”
Grazjak miró a su señor con miedo, y pese a que su corpulencia sobrepasaba varias veces la de Lord Ishaviel no dudó ni un instante en obedecerle. Su señor conocía su verdadero nombre y con ese poder estaba totalmente en sus manos, por lo que rápidamente se dirigió hacia los demonios que le servían y se puso a dar órdenes para agilizar la marcha de la columna y su entrada en el nodo, prohibiendo las diversiones con los prisioneros mientras temblaba al pensar en el castigo al que Lord Ishaviel podría someterlo si no lograba que los prisioneros fueran sacrificados en el nodo en las tres horas de plazo. Los Kialli no eran conocidos entre los demonios por su bondad o por su paciencia.
Sus sirvientes aceptaron las órdenes de mal grado, gruñendo y insultando a Grazjak, pero excepto uno de ellos obedecieron y imprimieron nuevos bríos a la marcha de los esclavos. El rebelde continuó torturando y despedazando lentamente a un humano que aullaba de dolor, y cuando Grazjak se acercó para obligarlo por la fuerza a abandonar su alimento con pesar (él también se complacía en el dolor y el sufrimiento y se alimentaba de ellos al estarle negadas otras sensaciones propias) el demonio menor conocido como Zarbrog se alzó en abierto desafío y se dispuso a luchar. Pese a que Zarbrog medía casi cinco metros y su cuerpo estaba recubierto de pies a cabeza por caparazones de hueso duros como el mejor de los aceros y sus largos brazos que le daban un aspecto simiesco acababan en afiladas garras Grazjak no dudaba ni por un instante del resultado del combate. Él no era físicamente ni tan fuerte ni tan corpulento, pero eso no importaba en realidad. Él era más poderoso que Zarborg y podía convocar la espada y el escudo de poder que definían el rango entre los demonios, algo que estaba más allá de las capacidades de Zarborg.
Se dispuso a acabar rápidamente con el enfurecido rebelde con una demostración de poder cuando antes de que pudiese convocar sus armas la voz de Lord Ishaviel lo detuvo. “Vuelve con el resto Grazjak. Yo me encargo de este traidor”
Palideciendo de terror Grazjak se apartó del camino de su señor y se dirigió hacia sus siervos, que contemplaban con miedo el resultado del enfrentamiento. Zarborg estaba tan enfurecido y fuera de sí que no se humilló ante el Kialli suplicando clemencia, y eso decidió su destino. El combate no tenía importancia, el desenlace era conocido por todos los presentes. Esquivando los ataques del enfurecido demonio sin esfuerzo el Kialli convocó únicamente su espada de poder y fue desmembrando sistemáticamente y sin prisas a su rival, que se empecinaba en continuar el combate. Las heridas no afectaban al demonio más que en su movilidad o en su capacidad de atacar con más o menos brazos, ya que ni el dolor propio sentían tras su estancia en los infiernos, y Zarbrog siguió debatiéndose hasta que Lord Ishaviel decidió acabar con el castigo. Usando el verdadero nombre de Zorbrag para debilitarlo y someterlo, acabó con su estancia en el plano de un certero golpe que cercenó su cabeza, devolviendo su espíritu al plano de los muertos donde tardaría decenas de ciclos en recuperar suficiente poder como para salir de él y aniquilando definitivamente cualquier esperanza de que pudiera recuperar en el proceso ni que fuera la más mínima conciencia de lo que había sido en vida.
Asustado por la posibilidad que Lord Ishaviel tuviera pensado un castigo similar si sus instrucciones no eran cumplidas con la presteza que deseaba, Grazjak se puso a dirigir a sus otros siervos y se encargó personalmente de sacrificar con rapidez y sin recrearse en su dolor y su sufrimiento a los prisioneros más débiles en el nodo para aumentar el poder de los Kialli que lo habían reclamado mientras el resto de prisioneros era obligado a soportar las descargas de energía mágica corrupta que los transformaban en engendros al servicio de los demonios.
Un aterrado Rodrik era testigo a escasos quinientos metros del nodo de cómo los prisioneros perecen asesinados o son obligados a entrar en el mismo por unos monstruosos seres cubiertos de hueso o escamas y con largas garrar y colmillos, transformándose en seres parecidos a los engendros a los que se habían enfrentado en el bosque de los elfos.
“¿Qué están haciendo con ese nodo?” susurró asustado a su compañero, que observaba los hechos con tanta preocupación como él aunque controlando mejor sus emociones.
“Levantar un ejército de monstruos... y vete tú a saber qué más, no soy un jodido mago...” respondió Lognar en otro susurro antes de palmear lentamente el hombro derecho de Rodrik indicándole la necesidad de salir de la zona sin ser descubiertos.
Moviéndose lentamente los dos minotauros empezaron a retroceder hacia el bosquecillo que quedaba a su espalda arrastrándose por el suelo y rezando para que tras el vendaval quedase suficiente hojarasca para cubrir su retirada. Metro a metro se retiran hacia el bosque, tan lentamente que a veces pasan minutos antes de que avancen un metro, logrando tras horas de paciente movimiento salir del círculo de campamentos de los engendros sin ser detectados gracias a los disfraces de caza confeccionados por Lognar.
De repente una ráfaga de viento azota la zona, levantando una nueva nube de polvo y hojarasca y tanto Rodrik como Lognar ven con temor cómo el alto humano de ropajes negros se encuentra suspendido en el aire a un centenar de metros por encima suyo y los mira fijamente. Olvidada ya toda pretensión de sigilo los dos minotauros se alzan prestamente y se lanzan a la carrera hacia el bosquecillo, rezando a los ancestros para que los ayuden a llegar al paso de montaña.
Lord Ishaviel observa a los dos minotauros que corren hacia las montañas, y sonríe desdeñosamente. Es imposible que escapen, y su presencia le confirma dos suposiciones. La primera que el grupito de engendros que envió a rastrear un nodo situado al suroeste ha perecido. La segunda y más importante que Lord Isaldar no ha conseguido controlar las tierras de los minotauros y restaurar el gran nodo.
Y eso es algo que place sobremanera a Lord Ishaviel.
Lord Isaldar es uno de los Kialli más poderosos y hábiles aunque cuenta con numerosos enemigos, y su fracaso puede suponer un cambio en el Consejo de los Cinco que hablan en nombre del Señor y que planean su regreso, y hace tiempo que Lord Ishaviel aspira a tomar uno de los puestos en el consejo.
Sonriendo el Kialli se gira flotando sin esfuerzo en el aire hacia Grazjak y con atronadora voz le ordena que elimine a los dos fugitivos, mientras obliga al viento a someterse a su voluntad una vez más y sigue a los fugitivos sin intervenir dispuesto a presenciar el espectáculo de la caza y la muerte de la presa.
“Nos están dando alcance... Malditos sean, nos veremos obligados a luchar si queremos salir del valle...” grita Rodrik para hacerse oír por encima del viento que intermitentemente azota la zona con gran intesidad.
“De eso nada pequeño... Tú seguirás corriendo y yo los detendré... Has de llegar al nodo como sea y avisar a Ragnar... Esos bichos se dirigirán hacia el campamento en semanas, y si no los ponemos sobre aviso morirán todos...” responde Lognar, cuya mirada salta de un enclave a otro intentando encontrar un buen lugar en el que resistir y ganar tiempo para que Rodrik consiguiera suficiente ventaja como para llegar al paso con posibilidades de cruzar las montañas antes de que lo atrapen.
Finalmente en un pequeño alto de una veintena de metros rodeado de árboles y matojos muy densos que dificultan sobremanera el paso Lognar se detiene y tras deshacerse de la capa llena de hojas y ramas que le ha permitido acercarse al nodo sin ser visto afianza los correajes de su escudo en el brazo izquierdo y desenvaina su espada, colocándose a continuación su casco de batalla y gritando le ordena a Rodrik “¡Sigue corriendo! ¡Te alcanzaré cuando haya acabado con ellos!” con una autoridad tal que pese a que querría quedarse con su compañero el joven explorador sigue su rápida marcha, por lo que no oye el susurro con el que Lognar se despide de él “Corre como el viento pequeño, y recuérdame en tus oraciones a los ancestros”.
Instantes después una veintena de engendros aparece entre los árboles y desordenadamente empiezan a subir el alto donde los espera silencioso Lognar aferrando la espada de sus ancestros. Conocedor de que su hora ha llegado el minotauro se siente extrañamente relajado y tranquilo, y sus movimientos son rápidos y certeros. Su escudo detiene las zarpas de los engendros y su espada cercena extremidades y cabezas, y en pocos instantes los engendros huyen tras perecer más de la mitad del grupo de atacantes sin lograr herir al defensor.
“Ahora empieza lo difícil” murmura Lognar cuando entre aullidos un nuevo grupo de engendros sale de los árboles cercanos guiados por un enorme monstruo de cerca de cuatro metros de alto y extremadamente corpulento con el cuerpo recubierto de escamas metálicas.
Tras varios minutos de combate un engendro se sitúa a la espalda de Lognar, que no puede evitar el movimiento del enemigo ocupado como está en contener a duras penas los ataques del demonio.
La zarpa del engendro se alza dispuesta a desgarrar la armadura del guerrero minotauro paralizándose bruscamente y descendiendo sin vida cuando el cuerpo del engendro se desploma en el suelo con una flecha negra atravesando su cuello.
Un silbido y otra saeta encuentra su objetivo, perforando el ojo de otro engendro. Otra flecha surca sin tregua el aire aprovechando la ausencia momentánea de viento y un nuevo engendro se desploma con el corazón atravesado.
Blandiendo sin descanso su espada Lognar no puede permitirse un momento de respiro y no puede ver dónde está Rodrik. Su escudo se aguanta a duras penas y las zarpas del demonio han abierto su armadura en hombros y cadera, pero aún herido su ánimo permanece firme y su espada se mueve con fuerza y rapidez, y ya sólo quedan frente a él media decena de engendros y el demonio que los guía, cuyo torso muestra una par de largas heridas causadas por la espada del minotauro.
Obedeciendo los gruñidos incomprensibles del demonio los engendros se lanzan a la carrera hacia Rodrik, mas el joven explorador mantiene la sangre fría y dispara con pericia sus flechas una tras otra sin pausa. En el camino quedan tres engendros heridos mortalmente, y cuando los dos supervivientes se encuentran a escasos metros el joven explorador deja caer su arco de tejo negro y saca sus aceros dispuesto a vender cara su vida. El primero de los engendros en cargar se derrumba en el suelo arrastrando con él el cuchillo de monte de Rodrik atravesando su cuello, mientras el segundo logra hacer caer al joven al suelo antes de perecer con la espada corta del minotauro clavada profundamente en su pecho.
Frenéticamente Rodrik se deshace del engendro muerto que le impide levantarse, y tras recuperar la espada corta y el cuchillo se lanza a la carrera hacia su camarada para ayudarlo, mientras en la lejanía se escuchan los gritos de más partidas de engendros que se acercan al lugar.
Lognar para un golpe con su escudo, golpea la pierna derecha del demonio y cuando nota que ésta cede y el demonio se desploma atraviesa su cuello con la espada, que penetra en la dura piel segando músculo, hueso y vena matando al monstruo en el acto para alivio del minotauro. El hombro izquierdo le duele terriblemente y la herida de la cadera sangra profusamente, pero sigue vivo contra toda esperanza.
Tras recuperar el aliento y vendar rápidamente sus heridas con trozos de tela de su descartada capa rasgados con premura Lognar se gira hacia Rodrik y le espeta con ira “¿Qué diantre haces? ¿Por qué has vuelto? Ahora no podremos escapar ninguno de los dos... Te dije que huyeras, no que me ayudaras...”
Recogiendo con rapidez sus flechas de los cuerpos de los engendros caídos y haciendo caso omiso al reproche de Lognar el joven explorador responde “Volver para asegurarme que saldremos los dos de ésta... Yo solo no podré cruzar el glaciar, así que o llegamos los dos al paso o prefiero morir luchando en vez de partirme el cuello en la montaña...”
“Larguémonos de aquí antes de que lleguen más... Pero como salgamos con vida te arrepentirás de no haberme hecho caso...” gruñe Lognar mientras empieza a correr hacia el paso y Rodrik lo sigue tras recoger su arco del suelo.
Grazjak observa cómo el último de los engendros del grupo que ha enviado contra los minotauros cae con la cabeza hendida por el hacha que el minotauro más corpulento blande con su mano izquierda. El otro minotauro se apoya en un árbol mientras intenta frenar la sangre que mana sin cesar de su muslo derecho, donde las garras de otro engendro han destrozado músculo y hueso provocando una herida terrible que le inutiliza la pierna.
Grazjak sabe que dispone de suficientes engendros en las cercanías y que no es necesario que participe en la muerte de los espías, pero tras pensarlo un poco decide reclamar la muerte de los minotauros personalmente. El guerrero es un buen combatiente y lucha con la furia que tan bien conoce el demonio, que se enfrentó en numerosas ocasiones a sus antepasados en otras eras, y Grazjak desea paladear su pánico y su dolor cuando esté a punto de morir bajo su espada.
Con un grito de desafío el demonio se adelanta y convoca su espada y su escudo, que brillan con llamas carmesíes mientras se acerca al guerrero que alza sus armas aceptando el combate.
“Este cabrón es rápido... demasiado rápido...” piensa agotado Lognar mientras se mueve con desesperación intentando parar con su hacha otro rápido golpe del demonio. La hoja de fuego sólido cercena el mango del hacha sin dificultad y corta la cota de mallas y el cuero que protege su brazo izquierdo, causando una herida que hace que Lognar grite de dolor al sentir la sangre fluir hacia su mano.
El demonio se ha alejado fuera del alcance de su espada, y observa con curiosidad al minotauro, que pese a la sangre que mana por sus heridas controla su miedo y su dolor. Su aura muestra únicamente resolución mientras se acerca al demonio una vez más, y eso es algo que Grazjak ni esperaba ni aprecia.
La espada de Lognar surca el aire, y la respuesta del demonio es rápida y contundente. Los contrincantes se enzarzan en un intercambio de golpes que acaba con el demonio presionando al minotauro con golpes terribles y rápidos que hacen retroceder a Lognar trastabilleando. El demonio lanza un golpe más fuerte que el resto intentando romper la guardia del minotauro, y de repente el aura de Lognar cambia bruscamente tras mirar al joven herido situado a su espalda creando un súbito desasosiego en Grazjak al percibir los colores del sacrificio y el amor.
La espada del demonio cercena el brazo izquierdo del minotauro y se clava profundamente en su costado mientras Lognar se mueve siguiendo el impulso del golpe evitando una herida mortal, y con las últimas fuerzas que le quedan clava su espada hasta la empuñadura en el cuello del demonio, empujando la punta hacia arriba y matando a Grazjak.
El cansancio se adueña de Lognar y piernas ceden incapaces de aguantar durante más tiempo su peso, y mientras la vida se le escapa manando a borbotones por el muñón que instantes antes era su brazo izquierdo logra murmurar a Rodrik con un hilo de voz antes de caer inconsciente “Huye pequeño... yo ya estoy muerto, pero tú aún tienes una posibilidad...”
Rodrik mueve con dificultad su pierna derecha sintiendo como la sangre corre por ella desde la herida en el muslo.
Varias veces en los últimos minutos su pierna ha estado a punto de ceder y arrastrarlos a Lognar y a él al suelo, pero ha conseguido mantenerse en pié y continúa avanzando hacia el paso transportando en su espalda el cuerpo exánime de Lognar.
La sangre empapa sus ropas y su ligera armadura de cuero, sangre suya, sangre de Lognar y sangre de los engendros, y mientras se mueve con determinación hacia el paso de montaña que representa su salvación se pregunta ausentemente si lograrán escapar y si volverá a ver a los suyos.
Lord Ishaviel contempla con una sonrisa desdeñosa en su rostro al joven minotauro dejar con cuidado a su camarada en el suelo y desenvainar sus armas con el pánico pintado en su rostro. Con calma el Kialli convoca su espada y se aproxima a Rodrik lentamente para acabar con los minotauros que han retrasado sus planes y han eliminado a uno de sus sirvientes de confianza. Tendrán una muerte lenta y dolorosa, y Lord Ishaviel disfrutará con su dolor y su sufrimiento.
Los gritos de dolor de Rodrik y el sonido del acero golpeando contra hueso sacan a Lognar de su sopor y lo devuelven al mundo de los vivos, donde el dolor que siente le hace desear seguir aún inconsciente. Alza la vista con esfuerzo y observa el desigual combate que enfrenta a Rodrik con un humano alto y delgado que blande una espada de sólidas llamas azabaches. Su joven camarada ha perdido su cuchillo de monte y su brazo derecho cuelga inerte, pero sigue blandiendo con su mano izquierda la mellada espada corta pese a las múltiples heridas sufridas que lo debilitan y agotan inexorablemente.
Con lágrimas en los ojos Lognar intenta alzarse con las exiguas fuerzas que le restan, murmurando una oración a los ancestros para que le den fuerzas mientras empuña su espada y la usa para ayudarse a alzarse. Sabe que no podrá combatir, pero quiere dar la bienvenida a la muerte de pie, con la espada en la mano y una risa de desafío en los labios.
Unas manos sostienen su brazo derecho y otras cogen con delicadeza el muñón en que se ha convertido su brazo izquierdo y lo ayudan a incorporarse. Sorprendido Lognar desvía su vista a ambos lados y ve a su Ingrid y a su Freya sosteniéndolo con amor, mientras a su alrededor se agrupa un gran número de minotauros entre los que distingue a su padre y a su abuelo. Aturdido y sin dar crédito a sus ojos Lognar recuerda las frases que cantó Krann en el día de su muerte, y que se han convertido en una letanía que muchos minotauros aún recitan antes de la batalla “Y he aquí que ante mí veo a mi padre y a mi madre, y he aquí que veo a mis abuelos y a sus hermanos, y a todos los miembros de mi linaje....”
Uno de los minotauros, un enorme guerrero con una lujosa armadura lacada de oro y con los emblemas nobiliarios caídos en desuso desde la última era se sitúa a un metro escaso de Lognar, y mirándolo fijamente le dice con voz grave y afectuosa “Tu corazón es grande y tu valor inmenso hijo de Lars. No te abandonaremos en este trance. La espada que ha acompañado a los herederos de mi linaje te ayudará en este trance y mi fuerza te sostendrá en el combate...”
Lord Ishaviel retira la espada del costado del joven minotauro, que caído en el suelo se esfuerza vanamente en levantarse. Las heridas lo han debilitado demasiado y ya no queda fuerza en sus miembros.
El combate ha durado por que así le ha interesado a Lord Ishaviel, mas ha llegado el momento de acabarlo. No sacará más satisfacciones del agotado minotauro, cansado hasta para sentir pánico.
La espada negra se alza y es detenida en su descenso por una hoja de acero vulgar. Lord Ishaviel se gira sorprendido hacia el nuevo combatiente, un Lognar con el semblante nublado por el dolor, y a duras penas evita el Kialli que el siguiente golpe del minotauro cercene su cabeza. Nuevos golpes caen sobre el Kialli, que asombrado y preocupado convoca su escudo de poder para detener el ataque de Lognar mientras ve con pánico como los fantasmas de decenas de minotauros prestan su fuerza al moribundo minotauro. La desesperación hace presa del Kialli, que dedica todo su esfuerzo a defenderse de los ataques de Lognar confiando en el poder de su espada y su escudo.
De repente el rostro de Lognar se contrae en un rictus de rabia e ira y su boca emite un rugido “¡Te reconozco ángel caído! ¡Caí a manos de tus engendros, pero esta vez te derrotaré y vengaré la caída de la Ciudad del Acantilado Blanco!”.Lord Ishaviel se sorprende al oír el nombre de una de las ciudades minotauras que ayudó a tomar hace ya tres Eras cuando su señor todavía habitaba este plano, mas la sorpresa le dura poco y da paso al pánico en breves instantes. Por que el rugido emitido por Lognar no ha cesado y se ha transformado en su nombre, drenándolo de poder y dejándolo indefenso ante el ataque final del minotauro que se prepara para acabar con su vida con sus últimas fuerzas mientras la sangre empapa los vendajes en su costado y el muñón del brazo izquierdo por los que se escapa su vida sin remedio.
La vieja espada del minotauro corta el cuello del Kialli y destruye carne, hueso, músculo y vena, matando en el acto al demonio cuya alma es expulsada al plano de los muertos. La débil sombra de lo que alguna vez fue el poderoso Kialli Lord Ishaviel desciende con otras almas condenadas a lo más profundo de los infiernos, y mientras se debilita por momentos intenta retener su nombre y su identidad... su nombre y su identidad... su...
A su lado se desploma el cuerpo inerte de Lognar, que murmura “Ingrid... Freya...” antes de que la luz se apague definitivamente en sus ojos y sus dedos dejen ir la empuñadura de su espada rota a un palmo de la empuñadura.
Casi a rastras Rodrik ha recorrido los centenares de metros que lo separaban del inicio del paso. La herida del muslo sigue abierta y la sangre empapa su inerte pierna derecha, mas usando el arco como bastón el joven explorador no se da por vencido y se empeña en seguir avanzando. Ragnar debe ser advertido del peligro, y alguien tiene que cantar las gestas de Lognar y ensalzarlo como se merece para que su alma pueda reunirse en paz con los suyos en los salones dorados del más allá. Así pues haciendo caso omiso al dolor y al agotamiento Rodrik sigue avanzando mientras deja un ancho reguero de sangre a su paso.
Un golpe en el hombro lo sorprende y hace que se intente girar lentamente. Un nuevo golpe en el costado lo aturde, y mientras su cerebro se sorprende de que los engendros sean capaces de disparar con arco una tercera flecha se clava en su cuello matándolo en el acto y desequilibrándolo. Su peso y la inercia hacen que su cuerpo exánime se precipite fuera del paso, cayendo un centenar de metros antes de impactar con el suelo que recibe el cuerpo del mensajero al que se conocía como el Cuervo entre los suyos.
Es noche cerrada en el pequeño pueblo minotauro situado en las colinas cercanas al nodo.
Las pesadillas asaltan a Ragnar como ya es habitual en los últimos meses, y tras un par de horas de inquieto reposo intermitente el Jarl se levanta resignado y con sigilo para no despertar a Astrid se viste a oscuras y sale de la pequeña cabaña que comparten desde su llegada a la zona hará ya tres meses.
Se dirige a la colina del oeste donde sabe que encontrará a uno de sus compañeros aquejado de un problema similar. La luz de la luna recorta en la cima de la colina la silueta de un minotauro sentado, y hacia allí se dirige el Jarl con oscuros pensamientos en su mente y un nerviosismo al que no está acostumbrado.
“¿Sigues con las pesadillas?” pregunta Godfried sin girarse cuando los pasos de Ragnar le indican que está casi a su lado.
“¿Sigues con las jaquecas?” responde Ragnar sentándose a su lado.
Durante unos minutos ambos observan en silencio el nodo en la distancia, que esporádicamente ilumina la noche con una descarga de energía mágica incontrolada.
De repente Godfried se levanta bruscamente y susurra mientras palidece visiblemente “No es posible…”
Ragnar sigue la mirada de Godfried y ve con asombro como dos figuras salen del nodo, y se dirigen hacia donde se encuentran. Pero lo que hace que se ericen los pelos de su cogote y desenvaine con mano nerviosa su acero es el hecho de que ambas figuras flotan en el aire y la luz del nodo se refleja en sus cuerpos traslúcidos.
La más alta de ellas se adelanta a la otra y a un escaso metro y medio de Ragnar se detiene y se inclina ofreciéndole una profunda reverencia. La cara y el porte del recién llegado le resultan familiares a Ragnar, pero no consigue ubicarlos en su memoria hasta que escucha la voz de Lognar, aunque con un tono más sereno y firme del que nunca le había oído utilizar: “Jarl Ragnar, debéis partir sin perder tiempo. Un ejército de engendros y demonios se dirigirá al nodo en pocos meses. Son demasiados para que podáis derrotarlos, es posible que ni todos los Carls del reino les puedan hacer frente…”
Pese a las terribles palabras que había pronunciado el semblante de Lognar estaba en paz, relajado y mostraba una expresión feliz que le quitaba ciclos a su rostro que era casi irreconocible para Ragnar y Godfried.
“Te recordaremos en nuestras oraciones a los ancestros Lognar… siempre te recordaremos” murmuró Ragnar “Quieran los dioses que nos encontremos en los salones del más allá”
Una sonrisa iluminó el rostro de la aparición, que volviendo a inclinarse respondió “Espero que tardes muchos ciclos en presentarte en los salones… pero cuando lo hagas te estaré esperando y te presentaré a mi Ingrid y a mi Freya…”
Con otra sonrisa el fantasma de Lognar se desvaneció en el aire, y el de Rodrik tomó su lugar inclinándose ante su Jarl profundamente “Jarl Ragnar… os hemos fallado… no hemos podido averiguar gran cosa sobre los demonios y los engendros, únicamente que parece que usan los nodos para convertir esclavos de todas las razas en monstruos y que los demonios se alimentan de ellos… o eso nos parecía a ambos…”
“No me habéis fallado Rodrik… nada más lejos de la verdad…” respondió emocionado Ragnar “ni en la más antiguas sagas se puede encontrar a nadie más leal y fiel que vosotros. Parte en paz y descansa tu alma, tus servicios han salvado incontables vidas…”
Rodrik se inclinó y con una sonrisa desapareció como su compañero.
Godfried y el Jarl quedaron silenciosos en la colina, mientras un suave viento refrescaba la zona. De repente una nueva explosión de energía mágica iluminó el nodo con tintes rojizos, confiriendo un aspecto siniestro a la noche y augurando tiempos de sangre y muerte a la pareja de minotauros que con los ojos llorosos recordaba a sus amigos caídos.
Nota:
El Kialli que aparece en el relato se basa libremente en los “demonios” del mismo nombre que aparecen en la serie de libros “The Sun Sword” de Michelle West, que por cierto es una serie de seis libros muy recomendables aunque no se encuentren traducidos al español.