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Mensajes - Javier

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Klaskan Renacimiento / Re: Letanias, para ir añadiendo
« en: 10 de Octubre de 2004, 07:53:48 pm »
Pero qué raros sois todos...
¿Acaso no sabéis que el que nos dirige, controla y putea constantemente es la Gran Vaca de Ubres Hipertrofiadas?
Cuanta incultura, cuanta incultura...  :P

Ragnar, Jarl de Minosia

227
Klaskan Renacimiento / Por orden del Minidiox, ¡¡¡¡a formar!!!!
« en: 08 de Octubre de 2004, 05:32:07 pm »
Buenas a todos
Pues eso, que me he despertado esta mañana con un dolor de cabeza (en nada achacable a la ingente cantidad de cerveza negra que trasegué anoche en la fiesta de lo que fuera que celebrábamos) y la súbita inspiración divina de que la Gran Vaca de Ubres Hipertrofiadas quiere saber la zona donde vive cada uno de sus humildes adoradores, así que a formar y pasar lista...

Minotauros - - - - -  Javier Català - - - - -  Sant Pere de Ribes, provincia de Barcelona

El resto podéis ir poniendo vuestros datos a continuación para hacer feliz a la Gran Vaca o como la llaméis vosotros, panda de infieles...
Un mugido
Ragnar, Jarl de Minosia

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Klaskan Renacimiento / Re: CONCURSO DE RELATOS 3ª EDICCION
« en: 23 de Septiembre de 2004, 01:23:54 pm »
Vaya, pues qué chasco... tendré que rehacer el relato...  :'(
Por que ni salen "taponez" perdiendo, ni los "gorkos" son los vencedores, y no sale ni un riachuelo, menos aún un mar...  ::)
Qué quisquillosos se ponen estos suplentes de la Gran Vaca...  ;D

Un mugido
Ragnar, Jarl de Minosia

229
Klaskan Renacimiento / Saga de Ragnar Parte 7
« en: 22 de Septiembre de 2004, 07:58:57 pm »
Buenas caballeros.
Os pongo aquí debajo la séptima parte de la Saga de Ragnar, para que los que la siguen no se pierdan al leer el relato posteado en el concurso.
Es también bastante largo, así que no os asustéis si véis que hay mucha cosa...

Un mugido
Ragnar, Jarl de Minosia


De traiciones, venganzas, y el fin del Norte

El campamento en el linde del bosque hervía de excitación y nerviosismo mientras los minotauros que lo atestaban esperaban ansiosos la salida del sol que anunciaría el inicio de la batalla.
Los Carls aprestaban sus armas una y otra vez para mantener a raya el miedo, los oficiales recorrían los fuegos charlando con los grupitos de guerreros aprestados a su alrededor intentando transmitir una seguridad y confianza en la victoria que no sentían ellos mismos y los tres Jarls y sus Thanes repasaban el plan de batalla en la tienda de Gunther intentando preveer los movimientos de las tropas de Erik en la batalla.
Hacía ya más de tres semanas que la ciudad elfa había dejado de arder, y en ese tiempo los Carls de Erik habían arrasado el Norte y habían preparado una posición defensiva en unos pequeños altozanos en la cercanía de la arrasada Ragnarsholm desde la que dominaban la zona y que los aliados de Gunther debían tomar para poder marchar a las tierras de éste y continuar su lucha contra el tirano sureño.
Todos los minotauros del norte que habían sobrevivido al brutal ataque de Erik se habían refugiado en el campamento levantado por Ragnar, y todos los varones se habían encuadrado en las unidades del Fyrdd reclutadas apresuradamente. Su número era escaso, apenas un par de centenares, y su entrenamiento y experiencia en combate mínimos, mas el odio que sentían por los Carls de Erik que habían arrasado sus tierras y asesinado a sus familiares y amigos era tan grande que su Jarl confiaba en que serían capaces de luchar sin poner en peligro a las unidades que les cubrían los flancos.

“Y bien Thane Osmund, ¿qué nos podéis decir de las fuerzas de Erik?” preguntó Gunther al comandante de la fuerza montada que había ordenado un reconocimiento de las posiciones defendidas por los Carls de Erik esa misma mañana mientras en la tienda se hacía un inquieto silencio a la par que los presentes esperaban tensos la respuesta del orgulloso Thane.
En uno de los lados de la gran tienda de mando de Gunther se removían inquietos los Thanes norteños, que llevaban días preparando a sus guerreros y a los miembros del Fyrdd para el enfrentamiento con los Carls de Erik. Las tropelías cometidas por éstos en Ragnarsholm y sus alrededores había enfurecido a los norteños, y todos ellos defendían la idea de un ataque que exterminase a los invasores, idea compartida por Ragnar aunque éste había evitado pronunciarse abiertamente hasta que Gunther no hubiera expuesto su posición para evitar contradecir al Jarl al que había jurado fidelidad.
En el centro de la tienda Gunther y sus Thanes mantenían opiniones dispares. Mientras sus Thanes eran partidarios de rodear a las huestes de Erik y dejar que los norteños reclamasen solos sus tierras a los invasores Gunther prefería mantener la alianza del Norte y tendía a plantearse la opción de presentar batalla para conservar a sus recientes aliados y de paso debilitar las fuerzas de Erik.
Y en el otro lado de la tienda Normann se mantenía impasible sin dar a conocer su opinión. Aliado con Erik hasta hacía unas pocas lunas las tropas del Jarl sureño eran necesarias para afrontar con garantías una batalla, y ni él ni sus Thanes se habían pronunciado aún, manteniéndose a la espera.
Tras mirar ostensiblemente a Normann y obtener su permiso Osmund se giró hacia Gunther y respondió a la pregunta: “Son unos cuatro mil guerreros, centenar arriba centenar abajo. La mitad de ellos Carls bien equipados y armados y el resto miembros del Fyrdd sin armaduras ni buenas armas de las zonas dominadas por Erik más cercanas al Norte. Disponían de algunos guerreros montados que nos trataron de emboscar, pero acabamos con ellos y ahora únicamente les quedan tropas de infantería que se han atrincherado tras unos terraplenes y muros de estacas en los altozanos de la zona.”
“¿Bajas en la escaramuza?” preguntó quedamente Gunther al jefe de los guerreros montados de los aliados
“He vuelto con 15 de los 50 Carls con los que partí, todos ellos Carls de mis huestes o de las de Hans” respondió Osmund señalando con la cabeza a otro de los Thanes de Normann “Los Carls de Normann y los vuestros estaban formados en el ala derecha y el centro, que fue la que sufrió el ataque principal de sus montados, y me temo que no sobrevivió ninguno de ellos. Fue un combate duro, eran más de 60 y no dieron cuartel, así que no se lo dimos tampoco nosotros...”
“Bien hecho Thane Osmund” dijo Gunther mientras observaba al Thane sureño fijamente. Éste se encogió de hombros ante el halago del Jarl y se situó a la derecha de Normann, esperando que su señor decidiese su postura.
“Así pues estamos en inferioridad numérica... disponen de 4.000 guerreros y nosotros apenas contamos con 3.000, 500 de ellos norteños sin ninguna experiencia...” resumió Gunther mirando a los otros dos Jarls “Si planteamos combate podemos ser derrotados, y entonces le entregamos el reino a Erik en bandeja...”
“Mis paisanos lucharán bien, no temáis... el odio que sienten por los hombres de Erik hará que no desfallezcan ni se retiren hasta que los sureños sean vencidos...” respondió quedamente y con firmeza Ragnar “Dadme el ala derecha y os aseguro que batiremos sus defensas en un par de horas a lo sumo... o moriremos todos ante ellas...”
“¿Jarl Normann? ¿Lucharéis?” preguntó Gunther esperando con temor la respuesta
El Jarl sureño miró a los otros dos Jarls y meneando la cabeza suspiró. “Sigo pensando que es mejor la idea de vuestros Thanes y que es preferible rodear este ejército y atacar a Erik por sorpresa más al sur... pero si estáis decidido a luchar no os dejaré solo... si caéis Erik se hará con el reino, y no creo que me perdone fácilmente que viniera al Norte a matar elfos desoyendo sus instrucciones...”
“Bien” dijo Gunther aliviado pasando a exponer el plan de batalla “situaréis a vuestros guerreros en el ala izquierda y el Thane Osmund comandará a todos los montados de que disponemos que se situarán cubriéndoos el flanco. Yo ocuparé el centro y el Jarl Ragnar con sus norteños abrirá el ataque en el ala derecha. Cuando sus reservas estén comprometidas a lo largo de los bastiones atacad con fuerza y que Osmund los rodee... exterminaremos a ese ejército...”
“No me parece un mal plan” dijo Normann tras pensar unos instantes “pero no os llevéis a engaño Jarl Gunther. El hecho de que luche contra Erik no quiere decir que os prefiera a vos en el trono en su lugar... cuando volvamos al sur puede ser que nuestro próximo encuentro sea con un campo de batalla separándonos”
“No lo dudo Jarl Normann” respondió Gunther fríamente mientras sus Thanes y los de Normann se miraban con aprensión “pero de momento hay un ejército de Erik que nos impide a ambos volver al sur cómodamente. Cuando hayamos acabado con él podremos ponernos a discutir sobre los méritos que cada uno de nosotros tiene para reclamar el trono....”

La claridad aumentaba y ya se presentían los primeros rayos de sol en el este cuando los tres Jarls salieron de la tienda acompañados de sus Thanes y consejeros de mayor confianza y se dirigieron hacia sus guerreros, dando instrucciones para que se formasen las unidades.
Rápidamente los norteños formaron en el flanco derecho una gran cuña alrededor de los Housecarls del Hirdh de Ragnar y los veteranos de la campaña del sur y la defensa de Ragnarsholm, mientras los voluntarios sin experiencia formaban en retaguardia esperando ansiosos el momento de cargar contra las tropas de Erik.
En el centro del despliegue los guerreros de Gunther formaron en diez Muros (Guerreros formando muros de escudos con lanceros en las filas posteriores) mientras las cuatro unidades de Hachas y Espadas (Guerreros en formaciones más abiertas especialistas en el combate cuerpo a cuerpo armados con hachas y espadas y acorazados con cotas de malla completas) se mantenían en retaguardia, moviéndose con la rapidez y precisión que da la experiencia.
Los sureños del Jarl Normann formaron en el flanco izquierdo algo retrasados respecto a la línea de Gunther, y en esa zona se agruparon bajo el mando del Thane Osmund los escasos jinetes de que disponían los tres Jarls para prevenir ataques por sorpresa y en caso de ser posible rodear las posiciones de Erik y atacar las fortificaciones por la espalda.
Frente a ellos protegidos tras terraplenes erizados de estacas y lanzas se aprestaban los guerreros de Erik en silencio, más de cuatro mil guerreros contra los cerca de tres mil que se disponían a atacarlos.
Sonaron los cuernos entre los norteños y los guerreros de Gunther saludando la salida del sol y lentamente los guerreros minotauros avanzaron para acabar con las tropas de Erik siguiendo las instrucciones gritadas por los oficiales.



“Malditos bastardos” gruñó Éomund al observar las cabezas clavadas en lanzas que decoraban la empalizada tras la que se agrupaban los guerrenos enemigos. Varios murmullos indignados apoyaron su insulto mientras los Carls a su alrededor reconocían los rostros de parientes y amigos entre los macabros trofeos, haciendo que inconscientemente las manos apretaran con más fuerza los mangos de espadas y hachas y las astas de las lanzas.
Recordando las descripciones de los supervivientes que habían logrado escapar de las caravanas de esclavos que los Carls de Erik habían organizado tras arrasar Ragnarholm sobre los terribles tormentos que habían padecido sus clientes y amigos, Ragnar no pudo evitar un súbito ataque de furia que le nubló la vista obligándolo a acelerar el paso.
“¡A por ellos! ¡Que no quede ni uno vivo!” aulló Ragnar mientras se lanzaba a la carrera contra las defensas enemigas seguido por sus Carls y sus vasallos sedientos de venganza.

Las flechas lanzadas por los defensores se habían cobrado un terrible tributo entre los poco equipados miembros del Fyrdd del norte, mas la carga no se detuvo por ello y la marea de guerreros norteños se estrelló con estrépito contra las líneas de estacas y lanzas que protegían el frente de las defensas.
Numerosos Carls y miembros del Fyrdd cayeron atravesados por las lanzas de los defensores, mas tal era el ímpetu y la furia de los norteños que ignorando sus numerososas bajas siguieron presionando a los Carls de Erik, rompiendo las líneas de lanceros en varios puntos. Imparable su Jarl hacía danzar su gran espada mientras sus siete hermanos de armas lo seguían sin flaquear haciendo una gran carnicería entre los odiados sureños. Como en la desesperada defensa de la brecha de Ragnarsholm los ocho valientes derrotaban a todos los guerreros que se les enfrentaban, y lentamente los defensores sureños fueron obligados a retroceder alejándose de las líneas de estacas que cubrían su frente mientras los oficiales empezaban a usar a los Carls que se mantenían en reserva para tratar de mantener las líneas y evitar que el frente cediese ante el empuje norteño.
En el centro las tropas de Gunther atacaban con ímpetu las defensas enemigas obligándolas a retroceder lentamente, y las dos unidades de Hachas que el Jarl Gunther mantenía en reserva fueron enviadas a apoyar a los norteños para romper definitivamente el flanco izquierdo de los defensores mientras los Muros de lanzas seguían presionando el frente en el centro y las dos unidades de Espadas se mantenían en reserva.
Tras casi una hora de combate la llegada de los doscientos guerreros de la reserva de Gunther acabó de inclinar la balanza a favor de los atacantes. Aullando los guerreros sureños se abatieron sobre los defensores rompiendo su formación con sus mortales hachas, y todo el flanco izquierdo de los defensores se dió a la huida mientras buena parte de los norteños los perseguía provocando una gran mortandad entre los fugitivos. El combate había sido terrible y todo el frente de batalla estaba cubierto con los cadáveres de multitud de norteños y defensores, y excepto unos pocos veteranos la mayoría de los atacantes dieron rienda suelta a su rabia y persiguieron al enemigo en fuga para vengar su rabia y su dolor tras la destrucción de sus hogares y la muerte de sus vecinos y amigos.

“Maldita sea Normann, acaba de rodearlos de una vez, te estás retrasando...” musitó nervioso Gunther secándose el sudor de la frente y dejando que el galeno le restañase apresuradamente las heridas sufridas en el ataque a la ciudad élfica mientras observaba en un descanso del combate como las fuerzas del Jarl sureño seguían manteniéndose a poca distancia de las líneas del flanco derecho de Erik y los guerreros montados envolvían lentamente a las tropas de Erik.
Nuevas reservas de guerreros afianzaron las fuerzas enfrentadas a sus Muros de lanceros, y pese a los dolores que sus heridas aún no sanadas le producían Gunther tuvo que abandonar la reserva para volver a primera línea con sus Espadas de reserva y dar el golpe de gracia a los defensores. El flanco de los norteños había derrotado a sus adversarios y el centro estaba a punto de caer. Sólo quedaba que Normann cerrase sobre sus adversarios para que la derrota de las tropas de Erik fuera total.



El centro de los defensores estaba a punto de ceder ante el empuje de los Carls de Gunther, los norteños perseguían a los defensores del otro extremo y las reservas de Erik habían sido utilizadas en su totalidad para mentener el frente defensivo.
“Es el momento, ya han usado todas sus reservas” dijo sonriente Normann mientras alzaba su espada y dirigía su mirada al portaestandarte. En cuanto éste lo alzase sus tropas se moverían por fin y los guerreros montados rodearían al ejército de Erik sellando su fin “¡¡Adelante!!”
El estandarte se alzó tres veces en el aire, y los guerreros montados al mando de su Thane Osmund se lanzaron al galope entre gritos y cánticos guerreros... abatiéndose sobre los escasos Carls de Gunther y Normann que formaban parte de la fuerza montada y exterminándolos sin piedad entre los gritos de asombro y rabia de los traicionados guerreros, pocos de los cuales lograron escapar de la traición lanzando a sus monturas al galope.
Gritos de sorpresa y asombro se alzaron de las filas de Normann, coreados instantes después por el ruido del combate al volverse los Carls de los Thanes de Normann contra los Carls del Jarl. “¡Traición!” gritó asombrado y enfurecido Normann mientras los miembros de su Hirdh se aprestaban en su defensa “¡Ese malnacido de Osmund nos ha vendido a Erik!”
A su alrededor sus Carls caían ante las hachas y espadas de sus traidores compañeros, y tanto los jinetes de Osmund como fuerzas de Erik situadas en las defensas a escasos metros de las desordenadas fuerzas de Normann se lanzaban sobre ellos cercando a sus tropas. Sin piedad atacaban a los Carls de Normann, que presionados desde todos los frentes caían en gran número intentando vender cara su vida.
Afianzando su escudo Normann se acercó a su portaestandarte que temblaba de pánico, y tras dirigirle una triste sonrisa comentó en voz alta a sus fieles guardias “Hoy las Nornas cortarán nuestros hilos. Ha sido un placer conoceros, hermanos, nos veremos esta noche en los salones del Tuerto. Alza alto mi emblema Erik, que esos traidores sepan dónde estoy”
Instantes después una marea de espadas, hachas y lanzas se abatió sobre ellos, y tras un feroz y desesperado combate el rasgado estandarte del Jarl Norman cayó de las inertes manos de Erik al suelo ensangrentado y pisoteado mientras los Carls del Hirdh morían con su Jarl sin retroceder un paso.

Ragnar intentaba zafarse inútilmente de los brazos de sus Housecarls, que pese a sus órdenes y ruegos lo llevaban casi en volandas hacia el bosque mientras Éomund intentaba frenar la hemorragia de la herida del costado. Con lágrimas de impotencia en los ojos vio como la pequeña fuerza al mando de Olaf era rodeada por una multitud de sureños y cómo los norteños que cubrían la retirada de sus camaradas caían ante la superioridad numérica de sus enemigos llevándose con ellos a numerosos enemigos.
“Todo está perdido, ¿no lo véis?” lloraba desesperado Ragnar “Muramos aquí como guerreros con nuestros camaradas o acabaremos en los bosques siendo cazados como animales por los esbirros de Erik...”
“Tal vez” gruñó Lognar mientras mantenía el brazo derecho de Ragnar inmóbil pese a los esfuerzos del Jarl “pero prometí que te mantendría a salvo a riesgo de mi vida y no pienso incumplir mi palabra...”
“Lo mismo digo” refunfuñó el habitualmente alegre Lars “y como sigas resistiéndote te voy a golpear tu dura cabezota hasta dejarte inconsciente... Eso no te matará y nos ahorarrá al resto muchos problemas...”
Apretando con fuerza un paño en la herida del costado de Ragnar Éomund comentó intentando transmitir una confianza que no sentía “Ya verás como no todo está perdido... Gunther ha logrado escapar con parte de sus tropas, seguro que Erik no será coronado nunca rey...”
Con su mirada perdida en el campo de batalla donde habían perecido sus esperanzas Ragnar dejó de resistirse y se dejó llevar por sus camaradas en silencio.



“Malditos malnacidos” murmuró con furia e impotencia Aetheldric mientras sus nudillos palidecían sobre la empuñadura de su espada y las lágrimas caían por sus mejillas.
Ragnar y el resto de Housecarls compartían el sentimiento expresado por su camarada, mas como él comprendían que intentar intervenir en la escena que se desarrollaba en el linde del bosque era un suicidio. Y eso era precisamente lo que Osmund estaba buscando con sus actos, lograr que los fugitivos que se le habían escapado tras la batalla y que llevaban dos semanas esquivando y atacando a sus patrullas perdieran la cabeza e intentaran rescatar a sus camaradas.
“No podremos hacer nada...” dijo apesadumbrado Ragnar observando la cima del altozano “hemos de volver con los civiles y empezar a movernos. Olaf acabará rompiéndose y confesará todo lo que sabe... No tenemos tiempo que perder...”

Un centenar de guerreros montados rodeaba la colina, en cuya cima otro centenar de guerreros observaba con incomodidad cómo el nuevo Jarl del Norte Osmund intentaba sin éxito quebrar la voluntad del Thane Olaf. Una decena de fieles guerreros y parientes del Thane colgaban inertes de troncos cruzados clavados en el suelo, con los cuerpos terriblemente torturados y mutilados y las entrañas colgando de sus vientres abiertos.
Los gritos de dolor de los cautivos y los gemidos de los moribundos llenaban el aire, secundados por los lamentos de los  numerosos prisioneros encadenados custodiados por dos centenares de guerreros de Erik a los que se obligaba a presenciar tan macabro espectáculo.
Un alarido de dolor casi animal salió de la garganta del joven Heimdall al sentir el hierro candente perforar su ojo izquierdo, y el hijo de Olaf cayó inconsciente quedando su cuerpo inerte colgando de las ataduras de sus muñecas y tobillos. Con un gesto de disgusto Osmund intentó despertar al joven guerrero inflingiéndole pequeñas y dolorosas heridas en cara y cuerpo, mas la resistencia de su víctima había llegado a su fin y permanecía exánime pese a los esfuerzos de su torturador.
Limpiando su cara cubierta de sangre con un paño Osmund se dirigió al encadenado Olaf y por enésima vez repitió la pregunta a la que el Thane se negaba a responder “¿Dónde se esconde Ragnar?”
Olaf miró despectivamente a los guerreros que sujetaban las cadenas que le mantenían inmóbil y escupió a la cara de Osmund, negándose a emitir palabra alguna, lo que le valió una lluvia de golpes propinados por los seis Carls que los vigilaban pese a que su intento de acertar a Osmund había quedado lamentablemente corto.
Enfurecido por la terquedad del norteño el lacayo de Erik cogió un cuchillo curvado de aspecto siniestro cubierto de sangre reseca y acercándose al inconsciente Heimdall apoyó el filo en el vientre del inconsciente joven mientras miraba a su padre: “Te lo preguntaré por última vez, ¿donde está Ragnar?... Si no respondes tu linaje desaparecerá con tu hijo de manera lenta y dolorosa... Y igualmente acabaré encontrando a ese jovenzuelo cobarde...”
Olaf sonrió ignorando la sangre que manaba de su labio partido mirando fijamente al nuevo Jarl del Norte y dijo con toda la sorna de que fué capaz “¿Y para qué quieres saberlo? ¿Para enfrentarte con él en combate singular? Me gustaría verlo... El jovenzuelo del norte contra el gran guerrero del sur... ¡¡¡Ja!!!... Si te vieses obligado a luchar con Ragnar sabiendo que nadie le iba a clavar un puñal en la espalda cuando tu pellejo corriera peligro seguro que te mearías en los pantalones...”
El puño de Osmund aferró con rabia la empuñadura del cuchillo y de un certero golpe hendió con él el pecho del joven minotauro inconsciente, atravesando el corazón de Heimdall y matándolo en el acto mientras los miembros de su Hirdh golpeaban furiosos a Olaf, que estalló en carcajadas al ver morir a su hijo. Sorprendido por las risas de Olaf los guerreros de Osmund dejaron de golpearlo mientras su Jarl palidecía de ira al darse cuenta de que con la treta desesperada de Olaf había perdido los estribos y había dado una muerte rápida a su hijo evitándole nuevos sufrimientos.
“Has salvado a tu hijo, pero sólo has logrado que tu muerte sea aún más dolorosa de lo que ya iba a ser” amenazó Osmund mientras a su señal sus guerreros sujetaban firmemente a Olaf boca abajo en cuatro estacas en el suelo pese a su resistencia.
Con un nuevo cuchillo en la mano y un pequeño escalpelo Osmund se acercó a Olaf y sonriendo empezó a cortar su ropa y descubrir su espalda mientras murmuraba con voz tensa por el odio “Veremos cuanto tardas en suplicar clemencia... ¿Será antes de que empiece a separarte las costillas del espinazo?... ¿O será cuando las vaya desplegando una a una?... Te aseguro que disfrutaré cada segundo de tu sufrimiento, y con el “águila” puedo hacer que tu miserable vida dure muchas horas más de lo que desearías...”
Un obstinado silencio le respondió, mas ni la más fuerte de las voluntades puede resistir sin quebrarse eternamente, y pasadas varias horas de terrible sufrimiento los gritos de Olaf se escucharon por primera vez.

“Se dirigen al interior de los bosques, hacia el norte” comentó Osmund mientras se limpiaba la cara manchada de sangre con un trapo que quedó empapado en breves instantes “Haced que salgan todos los Carls disponibles en su persecución, quiero la cabeza de Ragnar y de cada uno de los miembros de su Hirdh... Y las quiero lo más pronto posible...”
Los cuatro oficiales asintieron y se dirigieron prestamente hacia sus guerreros, que empezaron a reunir sus guerreros aprestándolos para partir sin dilación.
“Mi Jarl... ¿qué hacemos con los prisioneros y con el Thane?” preguntó Heinrich, el jefe de la escolta de Osmund mientras éste empezaba a descender el altozano.
Osmund observó el amasijo de carne irreconocible en que había convertido a Olaf y después a los aterrorizados prisioneros que se agolpaban en el llano rodeados por sus guerreros y se encogió de hombros. “Deja que los cuervos acaben con Olaf, no le quedan muchos minutos de vida... con el resto, separa a los que valgan algo como esclavos y mata al resto... no me sirven de nada y nos retrasarán en nuestra marcha al sur....”



Lognar limpió con resignación su espada usando un trozo rasgado de su capa que lanzó despreocupadamente al comprobar la gran cantidad de sangre que lo cubría al acabar la limpieza. A su alrededor yacían los cuerpos de una treintena de Carls sureños y una decena de norteños, y los supervivientes se afanaban en recuperar las armas y armaduras aprovechables y en vendar las heridas de los suyos mientras los miembros del Hirdh de Ragnar escrutaban los árboles que cubrían la zona para prevenir nuevos ataques.
“Maldita sea, este es la cuarta patrulla que nos encontramos en los últimos dos días” refunfuñó Lognar mientras inspeccionaba el tramo de bosque que Éomund le había asignado “¿Cuando se darán cuenta esos idiotas sureños de Osmund que llevamos un mes huyendo sin pararnos ni a descansar y nos dejarán en paz?”
“Probablemente cuando sus patrullas decidan que no vale la pena morir por cobrar la recompensa que se ofrece por nosotros, y eso puede tardar con la cantidad de oro que ofrece por cada cabeza que se le entregue” respondió resignado Rodrik. El joven Cuervo tenía en sus manos su arco largo de tejo con una flecha preparada para dar muerte a cualquier enemigo que apareciese, y la fatiga y la tristeza se leían claramente en su rostro.
“Ni que fuésemos una amenaza para alguien” gruñó Lognar “Fíjate, apenas quedamos un par de centenares tras haber reunido a todos los habitantes del Norte que han escapado, y únicamente contamos con una treintena corta de guerreros. A este paso las siguientes patrullas que nos alcancen lucharán contra hembras y crías...”
“No es nuestro número lo que asusta a Osmund y Erik... es el nombre de quien nos guía... la fama de Ragnar ha ido creciendo con los meses, y ahora su nombre se murmura con respeto entre los campesinos de todo el reino...” respondió Rodrik.
“Idiotas... la fama no mata a nadie ni sirve para alimentar a las bocas hambrientas... como no lleguemos pronto al refugio que Godfried estaba preparando en el interior del bosque no tendrán que preocuparse de cazarnos, nos moriremos de hambre...” dijo airadamente Lognar mientras pegaba una patada a un casco hendido antes de reunirse con Ragnar y sus camaradas.
La marcha de los fugitivos hacia el interior del bosque continuaba tras la escaramuza...

Godfried observaba a la veintena de nerviosos minotauros que bajo su dirección construían los casas en las que momentáneamente los supervivientes del Norte se instalarían. Los almacenes se encontraban ya finalizados y repletos con todos los víveres que se habían podido salvar tras la derrota de los Jarls ante las fuerzas de Erik y las pocas reservas que los habitantes más alejados de Ragnarsholm habían logrado rescatar de sus hogares antes de partir al exilio con su joven Jarl, y en varias de las laderas de las colinas cercanas se habían empezado a talar los árboles que las cubrían para convertirlas en tierras de labranza.
Los trabajadores se afanaban en sus labores, mas no era extraño que las miradas se dirigieran involuntariamente hacia la colina que en la lejanía dominaba la zona, de la que surgían intermitentemente descargas de energía mágica salvaje. A cada estallido y descarga los trabajadores minotauros se santiguaban y hacían gestos para alejar el mal de ojo, volviendo a trabajar con ahínco para olvidar la cercanía del nodo mágico concentrándose en las tareas que realizaban.
La afinidad mágica hacia el nodo que había permitido a Godfried localizarlo un mes atrás le jugaba ahora una mala pasada, ya que le costaba concentrarse y su atención se desviaba con frecuencia hacia el nodo, que parecía querer atraerlo. Y lo que más preocupaba a Godfried es que si se descuidaba por algún motivo su cuerpo parecía responder a la llamada de manera instintiva y sus pasos se dirigían irremediablemente hacia el nodo, hasta el punto que en dos ocasiones los guardias habían tenido que sujetarlo y despertarlo bruscamente ya que incluso en sueños se había incorporado para responder a la llamada.
“Maldita sea, no sé cuanto tiempo podré aguantarlo” murmuró Godfried mientras volvía a centrar su atención en la construcción del poblado. La frase de Ragnar para justificar su decisión de instalarse en las cercanías de un nodo le habían parecido adecuada y plenamente justificada en su momento.
“Medidas desesperadas en tiempos donde la esperanza ha muerto. Nadie nos buscará escondidos en un nodo con el pavor que nos inspiran” había dicho con firmeza el joven Ragnar recostado en el árbol mientras el barbero volvía a vendar su maltrecho costado intentando sanar la herida que lo atormentaba desde hacía meses.
Pero tras aguantar varias semanas la llamada del nodo la determinación de Godfried se tambaleaba y las dudas empezaban a aparecer en su mente. Tal vez habían saltado de la sartén para ir a morir en las brasas...



“Espero que el tiempo no empeore, estamos a menos de dos días del lugar que Godfried nos indicó y si se pone a nevar los crías y las hembras no lo soportarán” dijo preocupado Éomund mientras se cubría con la capa intentando evitar que la armadura y sus armas se empapasen con la pertinaz lluvia que les molestaba desde hacía horas.
“En un lugar normal diría que no empeorará, pero cerca de un nodo... ¿Cómo demonios saberlo?...” El humor de Ragnar había mejorado en la última semana al cesar los encuentros con las patrullas de Osmund, mas su abatimiento y su melancolía eran patentes, y los miembros del Hirdh estaban preocupados ante la falta de pasión y coraje que mostraba su líder desde la derrota a manos de Osmund y los Carls de Erik hacía ya tres meses.
Éomund dirigió su mirada hacia los campesinos y sus familias que se agrupaban alrededor de los pequeños fuegos resguardados de la lluvia que habían encendido para cocinar los escasos alimentos que habían conseguido los cazadores y las raíces y frutos que habían ido recogiendo en el camino, y no pudo evitar sumirse momentáneamente en la desesperación. Apenas habían sobrevivido a la dura marcha un centenar y escasas decenas de civiles, una veintena de Carls y miembros del Fyrdd y los ocho miembros del Hirdh de Ragnar, y todos ellos presentaban un aspecto deplorable con las ropas raídas y caladas por la lluvia, el pelo largo y desgreñado y con la falta de alimento marcada en los semblantes.
Ragnar se levantó inquieto y paseó por el pequeño claro, observando a los civiles agotados y a sus desmoralizados guerreros e intentando inútilmente encontrar un motivo para la alegría y la esperanza... como mucho había conseguido retrasar la hora de su muerte unos meses o un par de años, pero era cuestión de tiempo que los Carls de Erik los encontraran y acabaran con ellos.
De repente un aullido de pánico lo puso en movimiento. Una de las hembras chillaba histérica observando paralizada por el terror a una espantosa criatura deforme que se lanzaba sobre ella, abatiéndola con sus garras y destrozando su cuello con sus afilados colmillos, mientras a su lado su esposo observaba la escena atónito sin reaccionar por el pánico que sentía mientras una joven hembra y una cría se abrazaban aterrorizados a su espalda.
La espada de Ragnar hendió el aire partiendo el cráneo de la criatura mas una multitud más había salido de entre los árboles entre gritos inconexos y aullidos los extraños monstruos se abatieron sobre el Jarl y los sorprendidos y desconcertados norteños.
Ragnar aguantó firmemente la embestida, blandiendo su espada en anchos círculos que dejaban un rastro de sangre en el aire y que partieron por la mitad a varios de los asaltantes. El aterrorizado granjero situado a su espalda lanzaba golpes con su lanza mas rápidamente cayó bajo el ataque de un par de los monstruos que lo destrozaron con sus garras mientras el granjero lanzaba terribles aullidos de dolor al sentir las garras y colmillos de los monstruos por todo su cuerpo. Inmerso en el combate y mientras provocaba una gran mortandad entre los monstruos Ragnar recordó a la joven hembra y la cría situadas a su espalda, y haciendo caso omiso de los monstruosos seres que lo seguían atacando giró sobre sí mismo y se lanzó contra los monstruos que se ensañaban con el cuerpo ya sin vida del granjero, abatiéndolos con rápidos y poderosos golpes.
Mas acabar con los tres monstruos que amenazaban a la cría y la hembra había supuesto una fatal distracción para Ragnar. Unas zarpas destrozaron los pantalones de piel reforzado con anillas de acero de su pierna izquierda a la altura del muslo inflingiéndole una dolorosa herida, mientras unas fuertes manos intentaban sujetar su brazo derecho para impedirle blandir su acero. Ragnar se revolvió lanzando al engendro que lo intentaba sujetar sobre un par de sus congéneres, y lanzó un golpe que abrió en canal al monstruo que le había producido la herida en el muslo. Mas nuevos monstruos se lanzaban sobre él, y su acero y su pericia no bastaban para detener su insaciable ansia de sangre ni su incomprensible furia. Una decena larga de monstruos yacían en el suelo ante Ragnar cuando sus fuerzas le fallaron. Otro engendro pasó bajo su guardia y le lanzó un golpe que hizo ceder la rodilla derecha del Jarl, y aprovechando que de rodillas Ragnar abría su guardia para hendir la cabeza del primer asaltante con el pomo de su espada un nuevo atacante se lanzó contra el maltrecho costado del Jarl y hendió la cota de malla abriendo otra vez la herida en el costado del minotauro.
Rugiendo de dolor Ragnar se levantó blandiendo su espada, cortando la cabeza de su agresor y manteniendo momentáneamente al resto a distancia, mas la debilidad que las heridas le producían lo vencieron, y pese a que en su defensa desesperada varios de los asaltantes perecieron al fin se vio sepultado por tres atacantes que lo lograron tirar al suelo y se dedicaron a desgarrar su armadura y su carne con sus garras y sus colmillos.
Aturdido por el dolor Ragnar intentaba defenderse sin éxito, cuando de repente sus asaltantes empezaron a aullar de dolor y sintió como su peso desaparecía de encima suyo. Alzó con esfuerzo su testa y vio a la joven hembra a la que había salvado blandir con pericia la lanza de su difunto padre acabando con todos los engendros a su alcance. Con esfuerzo Ragnar se levantó tambaleante mientras observaba como los engendros eran exterminados por sus minotauros, y dio un par de pasos tambaleantes antes de sentir que las piernas le fallaban.
La voz de una cría llegó a sus oídos claramente “¡Astrid! ¡A la espalda del Jarl!”, y Ragnar vio como la hembra se giró rápidamente y lanzó un golpe en su dirección. La punta de la lanza atravesó la rasgada capa de Ragnar para clavarse en un engendro que a su espalda estaba a punto de herirlo, y mientras Ragnar se desvanecía sintió los fuertes brazos de la hembra que lo rodeaban y detenían su caída mientras una cálida voz le decía “No temáis señor, yo cuidaré de vos mientras os recuperáis”


Una decena de exploradores cubría el avance del destacamento de doscientos guerreros de Erik que avanzaba lentamente por las tortuosas sendas que atravesaban las colinas que eran el corazón de los dominios del Jarl Gunther. Hacía ya un par de meses que la resistencia del Jarl se había quebrado ante los continuos ataques de Erik y sus aliados, y las tropas del gran señor del sur aún patrullaban sin cesar la zona intentando acabar con los pocos grupos de Carls que se empecinaban en continuar resistiendo negándose a aceptar lo inevitable. La victoria de Erik estaba cerca.
De repente uno de los exploradores divisó un movimiento entre los arbustos situados a su izquierda y comprobó aterrado que dos arqueros tensaban las cuerdas de sus armas apuntándolas hacia él. Desesperado intentó hacer virar a su montura para huir, mas las anchas puntas de flecha hendieron su pecho y cayó aullando de dolor.
Los otros exploradores observaron atónitos la muerte de su camarada antes de caer víctimas de las saetas de los emboscados, y mientras el oficial al mando de los Carls de Erik aullaba órdenes apresuradamente a sus guerreros numerosas saetas cayeron sobre el destacamento cobrándose cuantiosas víctimas. La pendiente que seguía la senda dificultaba los movimientos de los Carls, y ya varias decenas de muertos y heridos cubrían el suelo cuando los guerreros de Erik lograron formar un muro de escudos y sus arqueros pudieron responder al fuego de los asaltantes.
Finalmente el oficial sureño dió la orden de retirada al constatar que sus arqueros no podían contener a los asaltantes y que lo abrupto del terreno impedía a sus Carls atrapar a los asaltantes. Con la faz lívida de ira por la derrota sufrida y los guerreros perdidos y temblando de pánico al imaginar la reacción de su señor al conocer la noticia el oficial guió la lenta retirada del destacamento hacia las zonas más seguras de la frontera.

“Se retiran Jarl. Una gran victoria” dijo orgulloso el joven Klaus mientras los Carls de Gunther se afanaban en recuperar las armas, armaduras y objetos de utilidad que portaban los guerreros caídos.
Con aire ausente Gunther palmeó el hombro de su sobrino y le dijo con voz queda “En efecto. Ves a ayudar al resto, hemos de partir en diez minutos a lo sumo”.
Mientras el joven se dirigía orgulloso a cumplir las órdnes del Jarl Gunther observó preocupado a sus guerreros. Apenas una cuarentena de los que lo seguían eran guerreros con experiencia, el otro centenar eran jóvenes como Klaus que deberían ayudar a sus mayores en las granjas o en los talleres en vez de dedicarse a perseguir y emboscar a los destacamentos de Erik. Y lentamente el número de guerreros disminuía y cada vez menos jóvenes decidían unirse a la causa desesperada de su Jarl al saber las terribles represalias que las tropas de Erik cometían tras cada ataque de Gunther.
“Seguiremos luchando hasta que nos maten a todos, pero a veces desearía haber muerto en el Norte con Ragnar y Normann y haberme ahorrado ver como mi gente sufre bajo el yugo de Erik” murmuró pesaroso Gunther antes de erguirse y ordenar a sus seguidores que se aprestasen a la marcha. En breves horas toda la zona sería un hervidero de patrullas y destacamentos de Erik en busca de los asaltantes.



“Me prometiste las cabezas de los tres Jarls rebeldes a cambio de que te nombrase Senescal del reino, Osmund, y me temo que sigues sin cumplir tu parte del acuerdo” dijo Erik desde su trono de acero mientras ante él Osmund tocaba nervioso el gran medallón de oro que lo distinguía como el segundo minotauro más poderoso del reino... al menos en teoría.
“Mis guerreros pronto traerán la cabeza de Ragnar, os lo prometo...” murmuró nervioso Osmund “He ordenado a Heinrich que dirija personalmente la búsqueda y no tardará en dar con su escondite...”
“Ya, eso mismo me dijiste hace un par de semanas... y que Gunther caería en días... y pasan las semanas y sigo sin poder colgar sus cabezas de la puerta de mi salón...” gruñó irritado Erik antes de tomar un largo trago de vino “Pero bueno, has conseguido acabar con los Thanes que habían apoyando a Normann y a los Jarls traidores, eso se merece una recompensa...”
A un gesto de la mano del Jarl un guardia abrió una puerta situada a la izquierda del trono y por ella empezaron a desfilar una sucesión de hembras bellísimas ataviadas con sensuales vestidos que formaron en una fila a la derecha del Jarl.
“Me has servido con fidelidad abandonando tus tierras durante largos meses... y aunque los resultados no han sido todo lo buenos que se podía esperar no puedo negar tu dedicación... así que como seguro que habrás añorado a tu esposa te pido que escojas cual de estas esclavas te place más... seguro que esta noche dormirás mucho más a gusto en una cama caliente que en una fría” dijo sonriendo Erik mientras las esclavas bajaban la vista avergonzadas.
Osmund se acercó a la hilera de hembras y procedió a inspeccionarlas rudamente, palpando sus cuerpos y obligando a las hembras a mirarlo para poder apreciar sus rostros. Realmente Erik era un rey magnífico, cada una de las esclavas era una hembra magnífica y su hermosura era encomiable. Finalmente tras mucho pensar Osmund se decidió por una belleza de pelaje negro como el carbón y aterrada por su presencia, a la que tomó por el brazo mientras se retiraba del salón de ERik expresando su agradecimiento por el regalo.

“Realmente el regalo ha sido mucho más generoso de lo esperado...” pensó agradecido Osmund mientras notaba cómo Ingrid volvía a despertar su deseo con sus caricias y sus besos. Tras un primer escarceo amoroso en que Osmund la había tratado rudamente demostrando su superioridad la belleza de pelaje negro se había afanado en complacer a su nuevo amo, tanteando sutilmente sus gustos y acoplándose a ellos admirablemente y de manera incansable.
Tras tres horas de relaciones con tamaña beldad Osmund se encontraba totalmente agotado, y dejaba pasivamente que Ingrid se esforzase mientras él disfrutaba tendido boca arriba en la cama con una sonrisa de felicidad en el rostro. Cuando Ingrid detuvo el movimiento de sus caderas y se inclinó para besarlo una pregunta de la esclava lo sorprendió.
“Tras tantas horas juntos, ¿aún no me reconocéis mi señor?” dijo con una sonrisa y un puchero.
Osmund besó los apetecibles labios de la bella esclava mientras murmuraba “Es imposible que nos hayamos visto antes... merecería la muerte por olvidar a una hembra tan bella y ardiente como tú....”
“Pero si me habéis visto con anterioridad....” murmuró Ingrid mientras empujaba a Osmund contra el colchón de la cama y atenazando juguetonamente las manos del Jarl con una de las suyas se inclinaba para ofrecerle sus pechos “lo que es posible que no me reconozcáis por que entonces no tenía el mismo aspecto que tengo ahora....”
“¿Y donde fue eso preciosa?” preguntó ausentemente Osmund mientras besaba con pasión los senos de la beldad.
“En el Norte, bastardo...” respondió Ingrid mientras con su mano libre empuñaba la daga que había cogido del cinto del Jarl aprovechando su cansancio y la dirigía a la entrepierna de Osmund cortando su miembro erecto. Un chorro de sangre manchó la cama mientras Osmund aullaba de dolor y se sujetaba la herida por la que su vida se vertía a raudales “Me miraste a los ojos mientras tus malditos esbirros asesinaban a mi familia y me encadenaban para venderme como esclava a ese degenerado de Erik...” Un patada de Ingrid en la cara de Osmund lo derribó en el suelo, y mientras la esclava oprimía con su pie la entrepierna sangrante del sollozante Jarl preguntó con sorna “¿Me recordáis ahora? ¿Mi señor?”
“Maldita seas... desearás no haber nacido cuando acabe contigo...” murmuró con odio entre dientes Osmund mientras intentaba incorporarse una vez más “Lo que le hice a Olaf no será nada comparado con lo que......”
La cara de Osmund se contrajo por el dolor, y sus ojos se fijaron con sorpresa en la daga que le sobresalía del cuello antes de caer muerto al suelo. Fríamente Ingrid la retiró y mirando el cadáver en el suelo musitó “Es una lástima que no me haya podido entretener más contigo, pero creo que tus guardias me habrían interrumpido... Con esto me conformo.... Los míos ya pueden descansar en paz, han sido vengados por uno de su sangre...”
Pasados unos minutos los golpes y gritos al otro lado de la puerta despertaron a Ingrid de su aturdimiento. La guardia de Osmund se había percatado de que algo le ocurría a su señor y se afanaban por entrar en la habitación.
Sonriendo satisfecha por haber aprovechado la ocasión de vengarse Ingrid se dirigió a la puerta empuñando su daga, dispuesta a matar a algunos sureños antes de reunirse con sus ancestros y así poder presentarse ante ellos con la cabeza alta y orgullosa.



“Deja de mirar hacia el jodido nodo Rodrik, aún te partirás la crisma con alguna rama” gruñó Lognar mientras dirigía a su montura entre los árboles hacia el norte.
“Lo siento, es que me atrae mucho... es tan... especial...” murmuró avergonzado el joven tras lograr desviar la mirada del nodo y volver a centrar su atención en el bosque que los rodeaba.
“Concéntrate... si Ragnar quiere que investiguemos esos bichos que nos atacaron es por que le preocupan... y son peligrosos...” refunfuñó Lognar mirando al joven explorador.
“Sí mamá, lo que digas mamá...” rió Rodrik
“Jovenzuelo desvergonzado... ya lo dice el refrán, cría cuervos y te arrancarán los ojos...” dijo indignado Lognar mientras intentaba evitar que una sonrisa aflorase a sus labios.
El viaje al norte acababa de empezar y ninguno de los dos sabía lo que les deparaban las Nornas....

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Klaskan Renacimiento / Re: RELATOS - CONCURSO 3ª EDICION (postear solo los relatos)
« en: 22 de Septiembre de 2004, 07:52:23 pm »
Bueno caballeros
Aquí tenéis el relato minotauro, espero que os guste.
Es la octava parte de la Saga de Ragnar, abriré otro post y pondré la séptima parte para que los que la han leído no se sientan perdidos.
Algunas de las cosas que pongo en el relato no han sido "aprovadas" por la Gran Vaca, así que es posible que pasen cosas que Dehm considere que son inviables en Klaskan... pero qué demonios...
Advierto que el relato es largo... 8 páginas en word... el que avisa no es traidor...


El último vuelo del Cuervo

“¿Seguro que no hay otro camino Lognar?” preguntó por enésima vez Rodrik mientras se esforzaba en seguir el paso de su compañero por los estrechos recovecos del paso de montaña. Su respiración era entrecortada y ya había perdido pie varias veces en las piedras cubiertas de escarcha, sufriendo moratones y rasguños sin importancia en las caídas.
“Ya te lo he dicho mil veces... Si no queremos rodear toda la jodida cadena montañosa tenemos que cruzarla... Tú puedes hacer lo que quieras, pero yo prefiero acabar con esta maldita búsqueda de una puñetera vez y poder volver a calentarme los pies ante un buen fuego mientras bebo una jarra de jodida cerveza negra en vez de tener que soportar tus quejas cada cinco minutos, así que seguiré y cruzaré por el paso aunque tú te vuelvas atrás...” pese a sus airadas palabras Lognar retrocedió unos pasos y agarrando los brazos de su joven compañero lo izó sin apenas esfuerzo hacia una zona más ancha en la que el joven minotauro podría descansar durante unos momentos para recuperar sus fuerzas.
Rodrik se sentó con la espalda apoyada en una pared de granito y cerró los ojos mientras intentaba acompasar su agitada respiración, mientras sentía cómo su sudor se enfriaba rápidamente por el intenso frío de la zona.
“Descansa unos minutos” le recomendó Lognar mientras dejaba su mochila y su escudo y se ponía otra vez en marcha “Voy a mirar el tramo que tenemos delante para ver si tendremos problemas. Me temo que vamos directos a un glaciar...”
“Tranquilo, no me moveré hasta que me obligues” respondió con una sonrisa agotada Rodrik. Tras tres meses de dura marcha siguiendo los rastros de los engendros sus fuerzas eran escasas y sólo la testadurez de Lognar evitaba que Rodirk propusiera volver al nodo para explicar sus escasos hallazgos.

Las primeras semanas de viaje habían sido tranquilas y relajadas pese al duro ritmo que ambos se habían impuesto.
Los rastros dejados por los extraños seres, a los que ambos denominaban engendros a falta de un nombre mejor, eran fácilmente rastreables, y únicamente con seguir en línea recta tenían suficiente para no perder las huellas. Parecía como si una extraña fuerza hubiese guiado a los seres hacia el nodo donde se habían instalado los refugiados del Norte, obligándolos a avanzar en línea recta sin desviarse lo más mínimo, algo que extrañaba tanto a Rodrik como a Lognar ya que a escasa distancia de la ruta seguida por los engendros había sendas más transitables y cómodas que les hubieran permitido avanzar más rápidamente sin desviarse más que uno o dos centenares de metros a lo sumo.
Ni tan sólo para cazar o comer se habían desviado los monstruos, y buena muestra de ello eran los esqueletos de ciervos y venados totalmente devorados y de huesos astillados que se encontraban con frecuencia por la ruta seguida por los engendros, restos tan carentes de alimento que ni los roedores ni los carroñeros se habían tomado la molestia de llevarse.
El bosque se extendía a lo largo de cómo mínimo un par de cientos de leguas por lo que les parecía a los minotauros, y cruzarlo había sido largo y tedioso, y había agotado los nervios de los dos exploradores que esperaban un ataque en cada momento y a los que cada movimiento de los arbustos cercanos ponía en tensión. Hasta pasadas tres semanas no se atrevieron a encender un primer fuego nocturno para ahumar la carne del ciervo que Rodrik había abatido para reponer sus reservas de carne seca, y las cenas a la lumbre del fuego fueron silenciosas las más de las noches, temerosos de que sus voces pudieran alertar a los pobladores del bosque o a los engendros que suponían que poblaban la zona.
Mas tras un mes y dos semanas de viaje la tensión había remitido lo suficiente para que el talante de los dos minotauros mejorase, al convencerse de que no había habitantes hostiles en el mar de árboles que transitaban y que los engendros cuyo rastro seguían venían de otras tierras.
La caza en la zona era abundante, y los animales confiados ante la presencia de los minotauros a los que no veían como una amenaza, lo que los permitió tener una buena provisión de carne fresca y conservar los alimentos curados por si las condiciones empeoraban y ya no podían cazar.
Las conversaciones nocturnas al calor de la hoguera empezaron a ser más largas y distendidas, y lentamente Lognar fue relajando su carácter brusco y rudo y empezó a responder a las múltiples preguntas de Rodrik sobre su vida y sus habilidades, ya que el conocimiento del veterano Housecarl asombraba al joven mensajero y explorador.
“¿Y cómo te uniste a Ragnar? Por que si eres miembro del Hirdh debiste ser uno de los primeros en unirte a él cuando los elfos atacaron por primera vez el Norte...” preguntó intrigado Rodrik intentando que Lognar hablase de su vida antes de unirse al Jarl del Norte, algo que no había logrado en anteriores ocasiones.
Tras un largo silencio que incomodó a Rodrik al darse cuenta de que podía haber molestado a Lognar éste suspiró y tras lanzar varias pequeñas ramas secas al fuego ya moribundo contestó con una nueva pregunta “¿Qué edad crees que tengo Rodrik? ¿Cuántos ciclos opinas que he visto pasar?”
Sorprendido Rodrik observó a su compañero con atención intentando por primera vez calcular su edad. Era algo difícil para él, y la perpetua mueca de enojo o fastidio que lucía Lognar en su semblante taciturno no mejoraba las cosas. Desde el principio Rodrik había considerado que Lognar era uno de los miembros más veteranos del Hirdh, y algunas canas en su sien entre las dos poderosas astas que coronaban su ancha y fuerte testuz parecían corroborar la impresión, pero la agilidad de sus movimientos y la fuerza que poseían sus miembros desmentía en buena parte la impresión de vejez y debilidad que las canas aportaban. Realmente Rodrik cuanto más lo observaba intentando responder a la pregunta se encontraba cada vez más confuso.
Finalmente sonriendo con nerviosismo especuló tímidamente “No lo sabría decir con exactitud... ¿Cuarenta tal vez? ¿Cuarenta y cinco ciclos?”
Las risas de Lognar lo interrumpieron y sorprendieron. No recordaba haber visto reír a Lognar en ninguna ocasión, ni cuando habían celebrado la caída de la ciudad elfa ni en otras fiestas donde la cerveza negra corría a raudales y los cánticos y chanzas eran habituales en todos los labios sonrientes. Era una risa rara, seca y desesperada, y extraña en el rostro agriado de Lognar. Y a juzgar por el sonido nueva desde hacía ciclos en él, ya que parecía que sus labios y su voz hubieran olvidado cómo conjurar la alegría.
“Por las barbas de Krann... “ murmuró Lognar secándose las lágrimas de los ojos cuando la risa se apagó en sus labios “¿tan agriado y viejo te parezco?... ¿y qué te parecería si te dijera que únicamente he visto veintitrés ciclos?”
Rodrik notó como los ojos se le abrían desmesuradamente por el asombro y la boca se le abría mientras intentaba vanamente responder a la pregunta. ¡Veintitrés ciclos! ¡Imposible! ¡Lognar tenía que estar burlándose otra vez de él!
“Pues sí Rodrik, no me mires con esa cara de asombro... sólo he visto ocho ciclos más que tú, aunque a veces me parece que he vivido durante una eternidad...”
Rodrik no podía hacer más que observar a su taciturno compañero y menear incrédulo la cabeza, mientras con los ojos fijos en las llamas de la pequeña hoguera Lognar hablaba con voz monótona reprimiendo sus sentimientos.
“Mi pequeño clan, en realidad mi familia y poco más, siempre había vivido en los lindes del bosque desde que llegamos al Norte hará ya más de cien ciclos... teníamos unas pocas tierras que daban lo justo para ir tirando sin grandes lujos y cazábamos en el bosque para conseguir carne y pieles con las que comerciar con otros granjeros en las ferias de los pueblos.
No era una gran vida ni teníamos mucho, pero éramos felices y no pasábamos hambre ni nadie nos ordenaba qué teníamos que hacer ni se entrometía en nuestras vidas. Yo cazaba en el bosque y aprendí los trucos de mi padre y mi tío, y no tardé en disfrutar con la caza y la tranquilidad del bosque...
Cuando contaba con quince ciclos me casé con Ingrid, la hija de Oleg, el hermano del jefe de uno de los clanes vecinos que compartía nuestro modo de vida, y durante meses el bosque dejó de atraerme como lo hacía antes. Era feliz con Ingrid y tuvimos una preciosa cría de pelaje negro como el carbón a la que llamamos Freya y que alegraba mi retorno a casa desde los campos a los que a partir de entonces empecé a dedicar las horas de sol...
Pero al tío Sven y a padre la edad les empezó a afectar cuando celebré mi vigésimo primer ciclo, y las piezas que cazaban cada vez eran más pequeñas o más viejas, y la cantidad disminuía, así que como necesitábamos la carne y las pieles mi primo Karl y yo nos ocupamos de la caza para que ellos se quedaran en la granja y volví a los bosques.
Deseaba volver a casa constantemente, pero los míos me necesitaban y la caza en las cercanías de la granja era escasa, así que mis salidas cada vez se prolongaban más, y el bosque había cambiado. Donde antes el silencio presagiaba paz y sosiego ahora una amenaza se respiraba en el denso aire. Los cazadores de otros clanes desaparecían y tanto Karl como yo vislumbramos en la lejanía las figuras de los elfos acechantes, aunque entonces desconocíamos su verdadera naturaleza.
Cuando los Carls llegaron del sur y se montó la primera expedición que partió al interior del bosque tanto Karl como yo ya no salíamos a cazar y vigilábamos con temor nuestras tierras, y nadie del clan se unió a los voluntarios de la zona y a los Carls de Erik cuando partieron a cazar a los elfos, ahorrándonos tener que llorar a los nuestros cuando las noticias de la matanza llegaron con los escasos supervivientes.
Al día siguiente ya nos preparábamos para partir, y mi primo Karl se había adelantado con su familia hacia Lokken, donde pensábamos instalarnos hasta que la frontera tranquilizase. El resto estábamos recogiendo todas nuestras pertenencias cuando mi Ingrid me suplicó que fuera a convencer a su padre de que se uniera a nosotros. Su tío Thorfeist era testarudo y temerario y temía que se quedasen en sus tierras, y Ingrid no podía soportar la idea de que a los suyos los atacasen los elfos, así que me dejé convencer para no verla sufrir y fui corriendo hacia la granja de la familia de mi amada.
Eran cinco leguas de marcha, pero una legua antes de llegar ya sabía que mi viaje había sido en balde... el humo se alzaba entre los altozanos en los que se escondía la granja de los Thorsson, y cuando llegué a las inmediaciones únicamente unas decenas de elfos se movían entre los cadáveres de la familia de mi esposa... abandoné lentamente mi escondite y me lancé a la carrera hacia casa, con el corazón en un puño y rezando a los ancestros y a los olvidados dioses prometiéndoles mi vida y mi servicio eterno si protegían a los míos...
El humo se alzaba también entre los sauces que lloraban en la pared oriental de la casa larga de mi padre, y los cuervos volaban en círculos sobre los prados... Los míos tendrían que haber partido y abandonado la casa, pero sospecho que mi padre o mi esposa convencieron al resto para esperarme y evitar que nadie tuviera que partir solo por las inmediaciones del bosque... no sé ni sabré nunca de quién fue la idea pero les costó la vida a todos y cada uno de ellos...
Ni uno de los elfos que había acabado con los míos permanecía en los alrededores, y eso me salvó la vida o se la salvó a ellos, ya que no había piedad en mi corazón para los que habían despellejado y mutilado el cuerpo de mi Ingrid y habían apagado la luz en los ojos de mi Freya y se habían divertido desmembrando su cuerpo...
No recuerdo gran cosa de lo que hice en esas horas, sólo recuerdo fragmentos borrosos de los cuerpos de los míos y del humo alzándose en el cielo mientras cantaba en la pira funeraria sus vidas y rogaba a los ancestros que acogieran a los míos en los dorados salones del más allá...”
El dolor de Lognar mientras rememoraba su pérdida y su sufrimiento era tan profundo que Rodrik sentía su corazón golpear dolorosamente en su pecho y un nudo en el estómago mientras las lágrimas manaban a raudales por sus ojos a semejanza del sufriente narrador, que con la voz rota por la pena continuó su relato de muerte y vidas segadas antes de tiempo.
“Desperté al día siguiente con el cuerpo lleno de cenizas, el olor a carne quemada inundando mi hocico y los ojos rojos de tanto llorar. La casa de mis mayores era un montón de escombros y maderos humeantes ennegrecidos, y ni la chimenea de piedra se mantenía erguida, sino que se había derrumbado como mi humilde y feliz vida. Recuperé la espada larga de mis mayores entre los bultos preparados en el carro que había de transportar nuestros enseres y a las crías y que no había sido ni inspeccionado por los elfos, y partí al sur, a reunirme con los supervivientes de los ataques para preparar la venganza y encontrar mi muerte enfrentándome a los que me habían robado mi vida.
Pasé varios días vagando famélico por las granjas que conocía y los pequeños villorrios a los que había acudido a vender pieles o a celebrar las ferias y las festividades de la cosecha, y en todos ellos encontré rastros de muerte o miedo. Las casas habían sido abandonadas al huir sus habitantes o se habían convertido en sus tumbas llameantes, pero no encontré ningún minotauro vivo en esos días que recuerdo aún en mis pesadillas.
No sé con exactitud cuándo caí presa del agotamiento y me rendí, pero lo siguiente que recuerdo es despertarme dolorido y famélico mientras unas manos fuertes sostenían mi testuz y la cerveza recorría mi garganta devolviéndome parte del vigor perdido. Ante mí estaban dos Carls armados con largas espadas y fuertes escudos protegidos por brillantes cotas de malla y piezas de cuero reforzadas con metal, y cuatro granjeros de aspecto decidido con unas pocas piezas de cuero por toda protección, lanzas improvisadas y cuchillos de monte que oteaban los alrededores mientras un jovenzuelo con apenas uno o dos ciclos más de los que tienes tú ahora me ayudaba a beber de su odre la cerveza que me devolvía la fuerza por momentos.
Gruñendo por el esfuerzo intenté ponerme de pie, pero fue el brazo del jovenzuelo el que me alzó sin problemas, sorprendiéndome al ver que mis ojos se centraban en su torso, y eso que nunca fui bajo. Alcé la mirada y mis ojos se posaron por primera vez en los de Ragnar mientras ordenaba a Éomund y al resto de sus acompañantes que me ayudaran, y supe que había encontrado a alguien al que podría servir sin dudar y a quien seguiría sin flaquear hasta el plano de los demonios si me lo pidiera...
Fueron tiempos muy duros que no viviste por que tu granja quedaba a decenas de leguas al sur, los elfos casi tomaron Ragnarsholm y los nuestros huían del norte con el rabo entre las patas, pero los que permanecimos lo hicimos por Ragnar y logramos sobrevivir y prosperar. Muchos cayeron y muchos más resultaron heridos, rara era la semana que no se alzaban piras funerarias en honor a los caídos, mas Ragnar nos mantuvo unidos y se entregó en cuerpo y alma a la tarea de protegernos y dirigirnos, buscando sólo que todo el norte pudiera librarse del peligro elfo sin pensar ni una vez en reclamar la venganza de la que los elfos se habían hecho merecedores al acabar con tantos de los miembros de su clan...
Ha llovido mucho desde entonces, y los tiempos son ahora peores que nunca... lo hemos perdido todo y sabemos que si volvemos a nuestras tierras la muerte nos espera, pero Ragnar sigue siendo nuestro líder por algo... ha crecido, y no me refiero sólo a su tamaño... se ha sacrificado por nosotros, se ha sobrepuesto a todas las adversidades que las Nornas han enviado para enredar y cortar su hilo, y sigue dispuesto a darlo todo por nosotros... es por ello que lo sigo y lo obedezco sin dudar ni preguntar, y es por ello por lo que daría mi vida sin dudarlo si con ello pudiera alargar la suya...”
Dicho esto Lognar se apartó del fuego, extendió silenciosamente su manta y se acurrucó contra las raíces de un roble para dormir, dándole la espalda al fuego y al asombrado Rodrik, que intentaba sin demasiado éxito digerir la historia de su amigo.
“Pero... ¿y tú aspecto? ¿cómo es que aparentas casi el doble de la edad que tienes?” fue lo único que logró preguntar Rodrik mientras una multitud de sentimientos y pensamientos revoloteaban por su mente.
Con un susurro prácticamente inaudible Lognar respondió “No lo sé... cuando Ragnar me despertó y me vi reflejado en un riachuelo había envejecido veinte ciclos... supongo que mi juventud murió con mi Ingrid y con mi Freya... ”
Rodrik perdió la noción del tiempo que pasó llorando con la mirada fija en las moribundas llamas de la hoguera, hasta que un gruñido de Lognar lo despertó de su ensoñación “¿Quieres dejar de mirar el fuego como un pasmarote y ponerte a dormir de una jodida vez, idiota? Mañana te levantaré a la misma hora que hoy, y no pienso perder el tiempo vigilando que no te caigas de la silla por quedarte dormido en ella, así que si te quieres ahorrar unos chichones bien merecidos deja de hacer el memo y duérmete ya... ”
“Vaya, el viejo Lognar ha vuelto...” pensó tristemente Rodrik, que se acostó contra un árbol y cerró los ojos intentando conjurar un esquivo sueño que se pobló al fin de elfos aullantes sedientos de sangre, hembras y crías asesinadas y almas desesperadas que lloraban eternamente su pérdida tras una máscara de frialdad y malhumor.


Los rastros de los engendros se dirigían en línea recta hacia las altas montañas nevadas que se apreciaban en el horizonte, y cuando los dos compañeros llegaron a las estribaciones de la gran cordillera el rastro se mantuvo inmutable adentrándose entre las colinas y dirigiéndose a un abrupto paso de montaña cuyo sendero ascendía zigzagueante entre dos de los colosos coronados de escarcha y nieve que dominaban el horizonte.
Varios cadáveres de engendros con los miembros congelados y con aspecto de desnutridos jalonaban la ruta, y tanto a Lognar como a Rodrik les extrañó que los cuerpos medio podridos no hubieran sufrido el efecto de los carroñeros, pero excepto algunos pedazos de carne arrancados por manos con zarpas los cuerpos permanecían incólumes.
Tras una larga discusión, Lognar impuso su criterio y ambos se prepararon para la ascensión, acumulando toda la carne y las frutas silvestres que pudieron conseguir en un par de días y tratando de acostumbrar a sus monturas a la zona, con el fin de dejarlas libres al partir y conseguir que se quedaran en las colinas para poder recuperarlas a su vuelta. Eran dos buenos toros pero no podrían soportar el viaje por el paso, y dejarlos atados significaría su muerte segura, así que tras los preparativos les quitaron las bridas y las sillas, escondieron el equipo de monta en un lugar resguardado de la lluvia y seco y se dispusieron a afrontar las montañas y sus desconocidos peligros.


Un aterido y tambaleante Rodrik se esforzaba en la rutina de clavar el improvisado pico profundamente en el hielo, izarse hasta el siguiente punto de apoyo, abrir con el pico el hielo y desclavarlo, y seguir avanzando.
Lognar abría la marcha y elegía la ruta que seguían para cruzar el ancho glaciar, y con un par de cuerdas arrastraba el equipo de los dos y aseguraba a Rodrik, que en un par de ocasiones había perdido pié y se había salvado de una caída mortal gracias a la cuerda en su cintura que lo unía a su compañero, que era como una roca que lenta e inexorablemente avanzaba hacia su destino sin que las inclemencias lo afectasen.
Golpe de pico, ascensión, golpe de pico, ascensión... dos días con esa rutina, comiendo lo mínimo en los tramos menos pronunciados y sin poder dormir, y las fuerzas de Rodrik ya se encontraban al límite. El frío había dejado sus dedos insensibles hacía ya tanto tiempo que ni lo recordaba, sentía las piernas y los brazos como si bandas de plomo los rodeasen, y su mente vagaba sin rumbo mientras seguía la rutina metódicamente... golpe de pico, ascensión, golpe de pico...
De repente la mano de Lognar detuvo su ascensión, y cuando el exhausto Rodrik alzó la vista vio el rostro cubierto de escarcha de su compañero que con los ojos llenos de preocupación le señaló los valles que en la distancia se veían. En ellos los árboles eran más escasos que al otro lado de las montañas, y por doquier se observaban grupos numerosos que se movían entre grandes campamentos situados alrededor de un enorme nodo palpitante de energía que lanzaba descargas en el aire. Incontables columnas de humo se alzaban en el claro cielo, y Lognar murmuró con preocupación: “Si los vemos a tanta distancia es que ahí abajo hay una verdadera multitud... pequeño, a partir de ahora se acabó el paseo...”
Sin fuerzas ni para preocuparse Rodrik respondió con un hilo de voz “Lo que digas gruñón, pero antes de nada quiero salir de estas malditas montañas y olvidarme de este glaciar de pesadilla... lo que venga ahora será bienvenido tras lo que hemos pasado estos últimos dos días...”
“Krann te oiga pequeño, pero lo dudo, lo dudo mucho...” dijo preocupado Lognar mientras ayudaba a su compañero a iniciar el descenso hacia las colinas.

El Kialli al que se conocía como Lord Ishaviel observaba con un aparente hastío que enmascaraba su impaciencia y malhumor las evoluciones de sus servidores, que conducían a una larga hilera de prisioneros aterrorizados hacia el nodo donde se encontraba para alimentar su poder y permitir que el tan ansiado momento de la liberación de su Señor de los Planos inferiores.
La mezcla de elfos, humanos y orcos que componían la mayor parte de los prisioneros eran obligados a avanzar hacia el nodo por los monstruosos y crueles demonios menores, seres de más de cuatro metros con el cuerpo cubierto de escamas o caparazones duros como el metal y largos brazos con afiladas garras capaces de hendir el más duro de los metales.
Sin importar la presteza ni el orden con el que los prisioneros se movían atentos a la más mínima orden de sus señores, los demonios castigaban aleatoriamente sin cesar a numerosos desafortunados, cuyos gritos de pánico y dolor se dejaban oír sin cesar en el valle, provocando un miedo atroz en los supervivientes y una alegría cada vez mayor en sus captores.
Los demonios menores gozaban con el sufrimiento de los prisioneros y se alimentaban de él, demostrando a Lord Ishaviel lo bajo que habían caído la mayoría de sus congéneres en su estancia en el plano de los muertos. Unos pocos demonios como él mismo, que se denominaban a sí mismos los Kialli o “los que recuerdan”, habían logrado mantener su identidad y no verse abrumados por su muerte al seguir a su Señor al plano de los muertos y habían defendido su personalidad ante la maldición de la inmortalidad como guardianes de los muertos, y a diferencia del resto de sus hermanos, que habían perdido hasta su nombre y se alimentaban de las emociones de los muertos a su cargo al haberlo perdido todo.
Poseedor aún de su nombre y sus recuerdos y por lo tanto de buena parte de su poder de la época en que estaba realmente vivo, las fuertes emociones de los prisioneros atraían a Lord Ishaviel impidiendo que se concentrase en sus pensamientos sobre la evolución de su rival Lord Isaldar en las tierras del sur, donde rastreaba la presencia de un antiguo nodo de gran poder que podía permitir el retorno de su Señor a este plano tras el largo exilio en el plano de los muertos. Molesto con las oleadas de sufrimiento y pavor que asaltaban su mente y atraían a su alma, Lord Ishaviel doblegó a los elementos sometiéndolos a su voluntad y se alzó en el aire luchando con su poder contra la esquiva voluntad del elemento, obligándolo a transportarlo con celeridad hacia la llanura situada a un par de centenares de metros.
Tomó tierra con elegancia y dejó libre al inconstante aire, que furioso se vengó azotando con fuertes ráfagas la zona derribando a multitud de prisioneros y levantando grandes cantidades de polvo y hojarasca que cubrieron momentáneamente la zona ocultando la luz del sol durante unos minutos.
Impasible ante la demostración de poder del elemento que no le afectó al no pasar las defensas que lo protegían constantemente el Kialli fijó su vista en uno de sus sirvientes más poderosos, el encargado del sacrificio de los prisioneros en el nodo, y con una voz suave que enmascaraba su poder le ordenó: “Grazjak, que la caravana avance rápidamente, y que tus siervos no se entretengan. Ya tendrán tiempo de alimentarse otro día… quiero que todos los prisioneros pasen por el nodo en las siguientes tres horas…”
Grazjak miró a su señor con miedo, y pese a que su corpulencia sobrepasaba varias veces la de Lord Ishaviel no dudó ni un instante en obedecerle. Su señor conocía su verdadero nombre y con ese poder estaba totalmente en sus manos, por lo que rápidamente se dirigió hacia los demonios que le servían y se puso a dar órdenes para agilizar la marcha de la columna y su entrada en el nodo, prohibiendo las diversiones con los prisioneros mientras temblaba al pensar en el castigo al que Lord Ishaviel podría someterlo si no lograba que los prisioneros fueran sacrificados en el nodo en las tres horas de plazo. Los Kialli no eran conocidos entre los demonios por su bondad o por su paciencia.
Sus sirvientes aceptaron las órdenes de mal grado, gruñendo y insultando a Grazjak, pero excepto uno de ellos obedecieron y imprimieron nuevos bríos a la marcha de los esclavos. El rebelde continuó torturando y despedazando lentamente a un humano que aullaba de dolor, y cuando Grazjak se acercó para obligarlo por la fuerza a abandonar su alimento con pesar (él también se complacía en el dolor y el sufrimiento y se alimentaba de ellos al estarle negadas otras sensaciones propias) el demonio menor conocido como Zarbrog se alzó en abierto desafío y se dispuso a luchar. Pese a que Zarbrog medía casi cinco metros y su cuerpo estaba recubierto de pies a cabeza por caparazones de hueso duros como el mejor de los aceros y sus largos brazos que le daban un aspecto simiesco acababan en afiladas garras Grazjak no dudaba ni por un instante del resultado del combate. Él no era físicamente ni tan fuerte ni tan corpulento, pero eso no importaba en realidad. Él era más poderoso que Zarborg y podía convocar la espada y el escudo de poder que definían el rango entre los demonios, algo que estaba más allá de las capacidades de Zarborg.
Se dispuso a acabar rápidamente con el enfurecido rebelde con una demostración de poder cuando antes de que pudiese convocar sus armas la voz de Lord Ishaviel lo detuvo. “Vuelve con el resto Grazjak. Yo me encargo de este traidor”
Palideciendo de terror Grazjak se apartó del camino de su señor y se dirigió hacia sus siervos, que contemplaban con miedo el resultado del enfrentamiento. Zarborg estaba tan enfurecido y fuera de sí que no se humilló ante el Kialli suplicando clemencia, y eso decidió su destino. El combate no tenía importancia, el desenlace era conocido por todos los presentes. Esquivando los ataques del enfurecido demonio sin esfuerzo el Kialli convocó únicamente su espada de poder y fue desmembrando sistemáticamente y sin prisas a su rival, que se empecinaba en continuar el combate. Las heridas no afectaban al demonio más que en su movilidad o en su capacidad de atacar con más o menos brazos, ya que ni el dolor propio sentían tras su estancia en los infiernos, y Zarbrog siguió debatiéndose hasta que Lord Ishaviel decidió acabar con el castigo. Usando el verdadero nombre de Zorbrag para debilitarlo y someterlo, acabó con su estancia en el plano de un certero golpe que cercenó su cabeza, devolviendo su espíritu al plano de los muertos donde tardaría decenas de ciclos en recuperar suficiente poder como para salir de él y aniquilando definitivamente cualquier esperanza de que pudiera recuperar en el proceso ni que fuera la más mínima conciencia de lo que había sido en vida.
Asustado por la posibilidad que Lord Ishaviel tuviera pensado un castigo similar si sus instrucciones no eran cumplidas con la presteza que deseaba, Grazjak se puso a dirigir a sus otros siervos y se encargó personalmente de sacrificar con rapidez y sin recrearse en su dolor y su sufrimiento a los prisioneros más débiles en el nodo  para aumentar el poder de los Kialli que lo habían reclamado mientras el resto de prisioneros era obligado a soportar las descargas de energía mágica corrupta que los transformaban en engendros al servicio de los demonios.


Un aterrado Rodrik era testigo a escasos quinientos metros del nodo de cómo los prisioneros perecen asesinados o son obligados a entrar en el mismo por unos monstruosos seres cubiertos de hueso o escamas y con largas garrar y colmillos, transformándose en seres parecidos a los engendros a los que se habían enfrentado en el bosque de los elfos.
“¿Qué están haciendo con ese nodo?” susurró asustado a su compañero, que observaba los hechos con tanta preocupación como él aunque controlando mejor sus emociones.
“Levantar un ejército de monstruos... y vete tú a saber qué más, no soy un jodido mago...” respondió Lognar en otro susurro antes de palmear lentamente el hombro derecho de Rodrik indicándole la necesidad de salir de la zona sin ser descubiertos.
Moviéndose lentamente los dos minotauros empezaron a retroceder hacia el bosquecillo que quedaba a su espalda arrastrándose por el suelo y rezando para que tras el vendaval quedase suficiente hojarasca para cubrir su retirada. Metro a metro se retiran hacia el bosque, tan lentamente que a veces pasan minutos antes de que avancen un metro, logrando tras horas de paciente movimiento salir del círculo de campamentos de los engendros sin ser detectados gracias a los disfraces de caza confeccionados por Lognar.
De repente una ráfaga de viento azota la zona, levantando una nueva nube de polvo y hojarasca y tanto Rodrik como Lognar ven con temor cómo el alto humano de ropajes negros se encuentra suspendido en el aire a un centenar de metros por encima suyo y los mira fijamente. Olvidada ya toda pretensión de sigilo los dos minotauros se alzan prestamente y se lanzan a la carrera hacia el bosquecillo, rezando a los ancestros para que los ayuden a llegar al paso de montaña.


Lord Ishaviel observa a los dos minotauros que corren hacia las montañas, y sonríe desdeñosamente. Es imposible que escapen, y su presencia le confirma dos suposiciones. La primera que el grupito de engendros que envió a rastrear un nodo situado al suroeste ha perecido. La segunda y más importante que Lord Isaldar no ha conseguido controlar las tierras de los minotauros y restaurar el gran nodo.
Y eso es algo que place sobremanera a Lord Ishaviel.
Lord Isaldar es uno de los Kialli más poderosos y hábiles aunque cuenta con numerosos enemigos, y su fracaso puede suponer un cambio en el Consejo de los Cinco que hablan en nombre del Señor y que planean su regreso, y hace tiempo que Lord Ishaviel aspira a tomar uno de los puestos en el consejo.
Sonriendo el Kialli se gira flotando sin esfuerzo en el aire hacia Grazjak y con atronadora voz le ordena que elimine a los dos fugitivos, mientras obliga al viento a someterse a su voluntad una vez más y sigue a los fugitivos sin intervenir dispuesto a presenciar el espectáculo de la caza y la muerte de la presa.


“Nos están dando alcance... Malditos sean, nos veremos obligados a luchar si queremos salir del valle...” grita Rodrik para hacerse oír por encima del viento que intermitentemente azota la zona con gran intesidad.
“De eso nada pequeño... Tú seguirás corriendo y yo los detendré... Has de llegar al nodo como sea y avisar a Ragnar... Esos bichos se dirigirán hacia el campamento en semanas, y si no los ponemos sobre aviso morirán todos...” responde Lognar, cuya mirada salta de un enclave a otro intentando encontrar un buen lugar en el que resistir y ganar tiempo para que Rodrik consiguiera suficiente ventaja como para llegar al paso con posibilidades de cruzar las montañas antes de que lo atrapen.
Finalmente en un pequeño alto de una veintena de metros rodeado de árboles y matojos muy densos que dificultan sobremanera el paso Lognar se detiene y tras deshacerse de la capa llena de hojas y ramas que le ha permitido acercarse al nodo sin ser visto afianza los correajes de su escudo en el brazo izquierdo y desenvaina su espada, colocándose a continuación su casco de batalla y gritando le ordena a Rodrik “¡Sigue corriendo! ¡Te alcanzaré cuando haya acabado con ellos!” con una autoridad tal que pese a que querría quedarse con su compañero el joven explorador sigue su rápida marcha, por lo que no oye el susurro con el que Lognar se despide de él “Corre como el viento pequeño, y recuérdame en tus oraciones a los ancestros”.
Instantes después una veintena de engendros aparece entre los árboles y desordenadamente empiezan a subir el alto donde los espera silencioso Lognar aferrando la espada de sus ancestros. Conocedor de que su hora ha llegado el minotauro se siente extrañamente relajado y tranquilo, y sus movimientos son rápidos y certeros. Su escudo detiene las zarpas de los engendros y su espada cercena extremidades y cabezas, y en pocos instantes los engendros huyen tras perecer más de la mitad del grupo de atacantes sin lograr herir al defensor.
“Ahora empieza lo difícil” murmura Lognar cuando entre aullidos un nuevo grupo de engendros sale de los árboles cercanos guiados por un enorme monstruo de cerca de cuatro metros de alto y extremadamente corpulento con el cuerpo recubierto de escamas metálicas.


Tras varios minutos de combate un engendro se sitúa a la espalda de Lognar, que no puede evitar el movimiento del enemigo ocupado como está en contener a duras penas los ataques del demonio.
La zarpa del engendro se alza dispuesta a desgarrar la armadura del guerrero minotauro paralizándose bruscamente y descendiendo sin vida cuando el cuerpo del engendro se desploma en el suelo con una flecha negra atravesando su cuello.
Un silbido y otra saeta encuentra su objetivo, perforando el ojo de otro engendro. Otra flecha surca sin tregua el aire aprovechando la ausencia momentánea de viento y un nuevo engendro se desploma con el corazón atravesado.
Blandiendo sin descanso su espada Lognar no puede permitirse un momento de respiro y no puede ver dónde está Rodrik. Su escudo se aguanta a duras penas y las zarpas del demonio han abierto su armadura en hombros y cadera, pero aún herido su ánimo permanece firme y su espada se mueve con fuerza y rapidez, y ya sólo quedan frente a él media decena de engendros y el demonio que los guía, cuyo torso muestra una par de largas heridas causadas por la espada del minotauro.
Obedeciendo los gruñidos incomprensibles del demonio los engendros se lanzan a la carrera hacia Rodrik, mas el joven explorador mantiene la sangre fría y dispara con pericia sus flechas una tras otra sin pausa. En el camino quedan tres engendros heridos mortalmente, y cuando los dos supervivientes se encuentran a escasos metros el joven explorador deja caer su arco de tejo negro y saca sus aceros dispuesto a vender cara su vida. El primero de los engendros en cargar se derrumba en el suelo arrastrando con él el cuchillo de monte de Rodrik atravesando su cuello, mientras el segundo logra hacer caer al joven al suelo antes de perecer con la espada corta del minotauro clavada profundamente en su pecho.
Frenéticamente Rodrik se deshace del engendro muerto que le impide levantarse, y tras recuperar la espada corta y el cuchillo se lanza a la carrera hacia su camarada para ayudarlo, mientras en la lejanía se escuchan los gritos de más partidas de engendros que se acercan al lugar.
Lognar para un golpe con su escudo, golpea la pierna derecha del demonio y cuando nota que ésta cede y el demonio se desploma atraviesa su cuello con la espada, que penetra en la dura piel segando músculo, hueso y vena matando al monstruo en el acto para alivio del minotauro. El hombro izquierdo le duele terriblemente y la herida de la cadera sangra profusamente, pero sigue vivo contra toda esperanza.
Tras recuperar el aliento y vendar rápidamente sus heridas con trozos de tela de su descartada capa rasgados con premura Lognar se gira hacia Rodrik y le espeta con ira “¿Qué diantre haces? ¿Por qué has vuelto? Ahora no podremos escapar ninguno de los dos... Te dije que huyeras, no que me ayudaras...”
Recogiendo con rapidez sus flechas de los cuerpos de los engendros caídos y haciendo caso omiso al reproche de Lognar el joven explorador responde “Volver para asegurarme que saldremos los dos de ésta... Yo solo no podré cruzar el glaciar, así que o llegamos los dos al paso o prefiero morir luchando en vez de partirme el cuello en la montaña...”
“Larguémonos de aquí antes de que lleguen más... Pero como salgamos con vida te arrepentirás de no haberme hecho caso...” gruñe Lognar mientras empieza a correr hacia el paso y Rodrik lo sigue tras recoger su arco del suelo.


Grazjak observa cómo el último de los engendros del grupo que ha enviado contra los minotauros cae con la cabeza hendida por el hacha que el minotauro más corpulento blande con su mano izquierda. El otro minotauro se apoya en un árbol mientras intenta frenar la sangre que mana sin cesar de su muslo derecho, donde las garras de otro engendro han destrozado músculo y hueso provocando una herida terrible que le inutiliza la pierna.
Grazjak sabe que dispone de suficientes engendros en las cercanías y que no es necesario que participe en la muerte de los espías, pero tras pensarlo un poco decide reclamar la muerte de los minotauros personalmente. El guerrero es un buen combatiente y lucha con la furia que tan bien conoce el demonio, que se enfrentó en numerosas ocasiones a sus antepasados en otras eras, y Grazjak desea paladear su pánico y su dolor cuando esté a punto de morir bajo su espada.
Con un grito de desafío el demonio se adelanta y convoca su espada y su escudo, que brillan con llamas carmesíes mientras se acerca al guerrero que alza sus armas aceptando el combate.


“Este cabrón es rápido... demasiado rápido...” piensa agotado Lognar mientras se mueve con desesperación intentando parar con su hacha otro rápido golpe del demonio. La hoja de fuego sólido cercena el mango del hacha sin dificultad y corta la cota de mallas y el cuero que protege su brazo izquierdo, causando una herida que hace que Lognar grite de dolor al sentir la sangre fluir hacia su mano.
El demonio se ha alejado fuera del alcance de su espada, y observa con curiosidad al minotauro, que pese a la sangre que mana por sus heridas controla su miedo y su dolor. Su aura muestra únicamente resolución mientras se acerca al demonio una vez más, y eso es algo que Grazjak ni esperaba ni aprecia.
La espada de Lognar surca el aire, y la respuesta del demonio es rápida y contundente. Los contrincantes se enzarzan en un intercambio de golpes que acaba con el demonio presionando al minotauro con golpes terribles y rápidos que hacen retroceder a Lognar trastabilleando. El demonio lanza un golpe más fuerte que el resto intentando romper la guardia del minotauro, y de repente el aura de Lognar cambia bruscamente tras mirar al joven herido situado a su espalda creando un súbito desasosiego en Grazjak al percibir los colores del sacrificio y el amor.
La espada del demonio cercena el brazo izquierdo del minotauro y se clava profundamente en su costado mientras Lognar se mueve siguiendo el impulso del golpe evitando una herida mortal, y con las últimas fuerzas que le quedan clava su espada hasta la empuñadura en el cuello del demonio, empujando la punta hacia arriba y matando a Grazjak.
El cansancio se adueña de Lognar y piernas ceden incapaces de aguantar durante más tiempo su peso, y mientras la vida se le escapa manando a borbotones por el muñón que instantes antes era su brazo izquierdo logra murmurar a Rodrik con un hilo de voz antes de caer inconsciente “Huye pequeño... yo ya estoy muerto, pero tú aún tienes una posibilidad...”


Rodrik mueve con dificultad su pierna derecha sintiendo como la sangre corre por ella desde la herida en el muslo.
Varias veces en los últimos minutos su pierna ha estado a punto de ceder y arrastrarlos a Lognar y a él al suelo, pero ha conseguido mantenerse en pié y continúa avanzando hacia el paso transportando en su espalda el cuerpo exánime de Lognar.
La sangre empapa sus ropas y su ligera armadura de cuero, sangre suya, sangre de Lognar y sangre de los engendros, y mientras se mueve con determinación hacia el paso de montaña que representa su salvación se pregunta ausentemente si lograrán escapar y si volverá a ver a los suyos.


Lord Ishaviel contempla con una sonrisa desdeñosa en su rostro al joven minotauro dejar con cuidado a su camarada en el suelo y desenvainar sus armas con el pánico pintado en su rostro. Con calma el Kialli convoca su espada y se aproxima a Rodrik lentamente para acabar con los minotauros que han retrasado sus planes y han eliminado a uno de sus sirvientes de confianza. Tendrán una muerte lenta y dolorosa, y Lord Ishaviel disfrutará con su dolor y su sufrimiento.


Los gritos de dolor de Rodrik y el sonido del acero golpeando contra hueso sacan a Lognar de su sopor y lo devuelven al mundo de los vivos, donde el dolor que siente le hace desear seguir aún inconsciente. Alza la vista con esfuerzo y observa el desigual combate que enfrenta a Rodrik con un humano alto y delgado que blande una espada de sólidas llamas azabaches. Su joven camarada ha perdido su cuchillo de monte y su brazo derecho cuelga inerte, pero sigue blandiendo con su mano izquierda la mellada espada corta pese a las múltiples heridas sufridas que lo debilitan y agotan inexorablemente.
Con lágrimas en los ojos Lognar intenta alzarse con las exiguas fuerzas que le restan, murmurando una oración a los ancestros para que le den fuerzas mientras empuña su espada y la usa para ayudarse a alzarse. Sabe que no podrá combatir, pero quiere dar la bienvenida a la muerte de pie, con la espada en la mano y una risa de desafío en los labios.
Unas manos sostienen su brazo derecho y otras cogen con delicadeza el muñón en que se ha convertido su brazo izquierdo y lo ayudan a incorporarse. Sorprendido Lognar desvía su vista a ambos lados y ve a su Ingrid y a su Freya sosteniéndolo con amor, mientras a su alrededor se agrupa un gran número de minotauros entre los que distingue a su padre y a su abuelo. Aturdido y sin dar crédito a sus ojos Lognar recuerda las frases que cantó Krann en el día de su muerte, y que se han convertido en una letanía que muchos minotauros aún recitan antes de la batalla “Y he aquí que ante mí veo a mi padre y a mi madre, y he aquí que veo a mis abuelos y a sus hermanos, y a todos los miembros de mi linaje....”
Uno de los minotauros, un enorme guerrero con una lujosa armadura lacada de oro y con los emblemas nobiliarios caídos en desuso desde la última era se sitúa a un metro escaso de Lognar, y mirándolo fijamente le dice con voz grave y afectuosa “Tu corazón es grande y tu valor inmenso hijo de Lars. No te abandonaremos en este trance. La espada que ha acompañado a los herederos de mi linaje te ayudará en este trance y mi fuerza te sostendrá en el combate...”


Lord Ishaviel retira la espada del costado del joven minotauro, que caído en el suelo se esfuerza vanamente en levantarse. Las heridas lo han debilitado demasiado y ya no queda fuerza en sus miembros.
El combate ha durado por que así le ha interesado a Lord Ishaviel, mas ha llegado el momento de acabarlo. No sacará más satisfacciones del agotado minotauro, cansado hasta para sentir pánico.
La espada negra se alza y es detenida en su descenso por una hoja de acero vulgar. Lord Ishaviel se gira sorprendido hacia el nuevo combatiente, un Lognar con el semblante nublado por el dolor, y a duras penas evita el Kialli que el siguiente golpe del minotauro cercene su cabeza. Nuevos golpes caen sobre el Kialli, que asombrado y preocupado convoca su escudo de poder para detener el ataque de Lognar mientras ve con pánico como los fantasmas de decenas de minotauros prestan su fuerza al moribundo minotauro. La desesperación hace presa del Kialli, que dedica todo su esfuerzo a defenderse de los ataques de Lognar confiando en el poder de su espada y su escudo.
De repente el rostro de Lognar se contrae en un rictus de rabia e ira y su boca emite un rugido “¡Te reconozco ángel caído! ¡Caí a manos de tus engendros, pero esta vez te derrotaré y vengaré la caída de la Ciudad del Acantilado Blanco!”.Lord Ishaviel se sorprende al oír el nombre de una de las ciudades minotauras que ayudó a tomar hace ya tres Eras cuando su señor todavía habitaba este plano, mas la sorpresa le dura poco y da paso al pánico en breves instantes. Por que el rugido emitido por Lognar no ha cesado y se ha transformado en su nombre, drenándolo de poder y dejándolo indefenso ante el ataque final del minotauro que se prepara para acabar con su vida con sus últimas fuerzas mientras la sangre empapa los vendajes en su costado y el muñón del brazo izquierdo por los que se escapa su vida sin remedio.
La vieja espada del minotauro corta el cuello del Kialli y destruye carne, hueso, músculo y vena, matando en el acto al demonio cuya alma es expulsada al plano de los muertos. La débil sombra de lo que alguna vez fue el poderoso Kialli Lord Ishaviel desciende con otras almas condenadas a lo más profundo de los infiernos, y mientras se debilita por momentos intenta retener su nombre y su identidad... su nombre y su identidad... su...
A su lado se desploma el cuerpo inerte de Lognar, que murmura “Ingrid... Freya...” antes de que la luz se apague definitivamente en sus ojos y sus dedos dejen ir la empuñadura de su espada rota a un palmo de la empuñadura.


Casi a rastras Rodrik ha recorrido los centenares de metros que lo separaban del inicio del paso. La herida del muslo sigue abierta y la sangre empapa su inerte pierna derecha, mas usando el arco como bastón el joven explorador no se da por vencido y se empeña en seguir avanzando. Ragnar debe ser advertido del peligro, y alguien tiene que cantar las gestas de Lognar y ensalzarlo como se merece para que su alma pueda reunirse en paz con los suyos en los salones dorados del más allá. Así pues haciendo caso omiso al dolor y al agotamiento Rodrik sigue avanzando mientras deja un ancho reguero de sangre a su paso.
Un golpe en el hombro lo sorprende y hace que se intente girar lentamente. Un nuevo golpe en el costado lo aturde, y mientras su cerebro se sorprende de que los engendros sean capaces de disparar con arco una tercera flecha se clava en su cuello matándolo en el acto y desequilibrándolo. Su peso y la inercia hacen que su cuerpo exánime se precipite fuera del paso, cayendo un centenar de metros antes de impactar con el suelo que recibe el cuerpo del mensajero al que se conocía como el Cuervo entre los suyos.



Es noche cerrada en el pequeño pueblo minotauro situado en las colinas cercanas al nodo.
Las pesadillas asaltan a Ragnar como ya es habitual en los últimos meses, y tras un par de horas de inquieto reposo intermitente el Jarl se levanta resignado y con sigilo para no despertar a Astrid se viste a oscuras y sale de la pequeña cabaña que comparten desde su llegada a la zona hará ya tres meses.
Se dirige a la colina del oeste donde sabe que encontrará a uno de sus compañeros aquejado de un problema similar. La luz de la luna recorta en la cima de la colina la silueta de un minotauro sentado, y hacia allí se dirige el Jarl con oscuros pensamientos en su mente y un nerviosismo al que no está acostumbrado.
“¿Sigues con las pesadillas?” pregunta Godfried sin girarse cuando los pasos de Ragnar le indican que está casi a su lado.
“¿Sigues con las jaquecas?” responde Ragnar sentándose a su lado.
Durante unos minutos ambos observan en silencio el nodo en la distancia, que esporádicamente ilumina la noche con una descarga de energía mágica incontrolada.
De repente Godfried se levanta bruscamente y susurra mientras palidece visiblemente “No es posible…”
Ragnar sigue la mirada de Godfried y ve con asombro como dos figuras salen del nodo, y se dirigen hacia donde se encuentran. Pero lo que hace que se ericen los pelos de su cogote y desenvaine con mano nerviosa su acero es el hecho de que ambas figuras flotan en el aire y la luz del nodo se refleja en sus cuerpos traslúcidos.
La más alta de ellas se adelanta a la otra y a un escaso metro y medio de Ragnar se detiene y se inclina ofreciéndole una profunda reverencia. La cara y el porte del recién llegado le resultan familiares a Ragnar, pero no consigue ubicarlos en su memoria hasta que escucha la voz de Lognar, aunque con un tono más sereno y firme del que nunca le había oído utilizar: “Jarl Ragnar, debéis partir sin perder tiempo. Un ejército de engendros y demonios se dirigirá al nodo en pocos meses. Son demasiados para que podáis derrotarlos, es posible que ni todos los Carls del reino les puedan hacer frente…”
Pese a las terribles palabras que había pronunciado el semblante de Lognar estaba en paz, relajado y mostraba una expresión feliz que le quitaba ciclos a su rostro que era casi irreconocible para Ragnar y Godfried.
“Te recordaremos en nuestras oraciones a los ancestros Lognar… siempre te recordaremos” murmuró Ragnar “Quieran los dioses que nos encontremos en los salones del más allá”
Una sonrisa iluminó el rostro de la aparición, que volviendo a inclinarse respondió “Espero que tardes muchos ciclos en presentarte en los salones… pero cuando lo hagas te estaré esperando y te presentaré a mi Ingrid y a mi Freya…”
Con otra sonrisa el fantasma de Lognar se desvaneció en el aire, y el de Rodrik tomó su lugar inclinándose ante su Jarl profundamente “Jarl Ragnar… os hemos fallado… no hemos podido averiguar gran cosa sobre los demonios y los engendros, únicamente que parece que usan los nodos para convertir esclavos de todas las razas en monstruos y que los demonios se alimentan de ellos… o eso nos parecía a ambos…”
“No me habéis fallado Rodrik… nada más lejos de la verdad…” respondió emocionado Ragnar “ni en la más antiguas sagas se puede encontrar a nadie más leal y fiel que vosotros. Parte en paz y descansa tu alma, tus servicios han salvado incontables vidas…”
Rodrik se inclinó y con una sonrisa desapareció como su compañero.
Godfried y el Jarl quedaron silenciosos en la colina, mientras un suave viento refrescaba la zona. De repente una nueva explosión de energía mágica iluminó el nodo con tintes rojizos, confiriendo un aspecto siniestro a la noche y augurando tiempos de sangre y muerte a la pareja de minotauros que con los ojos llorosos recordaba a sus amigos caídos.



Nota:
El Kialli que aparece en el relato se basa libremente en los “demonios” del mismo nombre que aparecen en la serie de libros “The Sun Sword” de Michelle West, que por cierto es una serie de seis libros muy recomendables aunque no se encuentren traducidos al español.

231
Klaskan Renacimiento / Re: CONCURSO DE RELATOS 3ª EDICCION
« en: 22 de Septiembre de 2004, 07:04:47 am »
Bueno, yo estoy en ello, pero me falta aún un poco para tener acabado el relato...
Supongo que en un par o tres de días colgaré el relato que concursa (Saga parte 8) y el relato previo (Saga parte 7) que aún no está colgado en la sección de Trovador para que no os perdáis demasiado con la "cronología" por llamarlo de alguna manera.

Un mugido
Ragnar, Jarl de Minosia

232
Klaskan Renacimiento / Re: Se busca imagen de ABSABLO
« en: 16 de Septiembre de 2004, 02:10:15 pm »
Curiosa muestra de "amistad" la de Absalo con la tortuga sauria...  :o
Así que todos esos mensajes sobre lo a gusto que se sentía absalo entre las lagartijas vienen de ahí... brillante estrategia...   ::)
Aunque supongo que vistas las muestras de afecto y cariño de Absalo hacia la flota debe ser difícil encontrar voluntarios que quieran servir en las tortugas...   ;D

Un mugido
Ragnar, Jarl de Minosia

233
Klaskan Renacimiento / Re: Se deben sustituir a los jugadores caídos?
« en: 15 de Septiembre de 2004, 02:56:56 pm »
Escenas en el interior de la casa larga de Ragnar en Ragnarsholm

“Y el estado de las murallas es....¿Gunther?”
“¿Perdón Ragnar, decías?”
“Gunther, es la tercera vez que te tengo que llamar la atención hoy... qué te pasa que miras tan fijamente la pecera que te olvidas de todo lo demás?”
“Es que en la pecera las cosas parecen estar revueltas... las lagartijas están alrededor del pulpo otra vez, los pececitos están histéricos y hay unos mocos verdes y unas pelusillas que no sé de dónde demonios han salido que se han metido enmedio y están molestándolos a todos...”
“¡¡¡¡¡Éomund!!!!! ¿Cuantas veces tendré que decirte que limpies de vez en cuando la pecera y des de comer a los bichos?”
“Ya voy papá, ya voy...”

CRASH

“Vaya Ragnar, se ha roto la dichosa pecera...”
“Buaaaaa, buaaaaaa...”
“No llores Éomund, ya te haremos otra bonita pecera para que juegues, pero recuerda que has de ser más cuidadoso la próxima vez... mira a los pobres bichos, se están muriendo todos....”

Otra versión del Ragnarok para las razas pequeñas....

Un mugido
Javier

234
Klaskan Renacimiento / Re: Se deben sustituir a los jugadores caídos?
« en: 14 de Septiembre de 2004, 11:27:04 am »
Por lo que a los cornudos respecta si la Gran Vaca etc, etc... se ve con ganas de poner a los caídos al mando de los pnj's que pululan por estos continentes de la Gran Vaca no le vemos inconveniente al tema.
Es de suponer que todos somos ya grandecitos y podemos controlar el revanchismo y llevar a una nueva nación o raza sin rebotes... al menos eso esperamos...
Pero bueno, esto es una democracia, así que se hará lo que la mayoría decida, yo sólo pongo mi opinión

Un mugido
Ragnar, Jarl de Minosia

235
Klaskan Renacimiento / Re: Turno 12 Administrativo
« en: 08 de Septiembre de 2004, 03:28:19 pm »
Lo del concurso de relatos no me parece mal, pero tendríamos que hacerlo de manera que a la Gran Vaca de Ubres Hipertrofiadas no le supusiera una molestia en las vacaciones.
Alguien neutral debería recojer los relatos y enviárselos a la Gran Vaca cuando ella diga e ir anunciando los relatos que se han ido presentando, y revisarlos para que cumplan lo de mínimos y máximos (¿Hemos de poner máximo? Yo escribo a Times New Roman 10 sin nada de sangrías ni mariconadas, y mis relatos acostumbran a ser de 6 o 7 páginas y por que me controlo algo...)
Sobre los premios, yo lo dejaría igual que en el concurso anterior, a mí ya me parecieron bien.
Y al fin y al cabo no los colgamos por los regalos... al menos yo... aunque no niego que se agradecen, no soy tan hipócrita...

Nos vemos
Ragnar, Jarl de Minosia

236
Klaskan Renacimiento / Re: Hito
« en: 15 de Junio de 2004, 10:14:36 am »
No te fastidia, así cualquiera... Si yo hubiera ido encontrando tesoros también estaría montado en la Barra de Oro, no te jode...Pero no, a los afortunados minotauros nos roban y nos aparecen volcanes y bichejos hasta debajo de las piedras, pero ni un pedrusco de valor ni un brillo de oro en todo lo que hemos explorado...

Ragnar, Jarl de Minosia, que como podéis suponer no es la nación de la que habla la Gran vaca de Urbes Hipertrofiadas.
(¿Será mi mala suerte una sutil indicación de que a la Gran Vaca de Urbes Hipertrofiadas no le gusta como nos referimos a ella?)  :P

P.D.  Mi turno te ha llegado, ¿verdad?

237
Klaskan Renacimiento / Re: Turnos 10 Administrativo Recibidos
« en: 28 de Mayo de 2004, 08:07:35 am »
Se refieren a un punto en el sistema de reglas que hay en la página que Dehm pone más arriba, el de Antiguo Regimen.
Si te bajas las reglas y les echas un vistazo podrás ver a qué se refieren.
Siguen hablando en clave...  >:(
Así que si quieres enterarte de lo que se dice la manera es descifrarla leyendo las reglas...  ;D

Un saludo
Javier

238
Klaskan Renacimiento / Re: Turnos 10 Administrativo Recibidos
« en: 27 de Mayo de 2004, 11:03:00 am »
Supongo que ya sabéis los dos que hablar en código de algo que nos interesa a todos es de muy mala educación, ¿verdad?  ::)
Hacedlo por privados, hombre, así no nos dejáis con tantas dudas y no nos rompemos los cuernos intentando descifrar de qué va el tema...  :P

Un saludo
Javier

P.D.  Gran Diosa Vaca de Urbes Hipertrofiadas... ¿qué hay de lo mío?   ;D

239
Klaskan Renacimiento / Re: Novedades en la web
« en: 21 de Mayo de 2004, 11:15:05 am »
Sobre lo de que falta el turno minotauro...
Creo que es por que como lo de mejor turno cornudo es por los relatos de la vida y milagros de Ragnar y los relatos están puestos aparte, no los duplica...
O eso creo

Un saludo
Javier

240
Klaskan Renacimiento / Re: ¿Y los premios del turno?
« en: 08 de Mayo de 2004, 10:52:33 pm »
a veces no entiendo a estos enanos, y mira que me llevo bien con ellos pero no hay manera...
¿Por qué dices que no hay bichos entre los ganadores?
¿Cómo llamas tú entonces a las lagartijas hiperdesarrolladas?

Por cierto Gran Diosa Vaca de Urbes Hipertrofiadas, vuelves a poner para este turno en qué nos podemos gastar el punto de regalo por mejor turno o usamos el del turno pasado y escojemos uno.

Nos vemos
Javier

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