- Cual es tu nombre tapon?.
La voz del Señor de la Horda Karnak rugió por la sala.
- Brakd Pergamino Ancestral -la voz del tapón resonó lejana y temblorosa-
- Y dime tapón... porqué no has huido como el resto de ratas taponaz y te has limitado a esconderte tras este monton de papeles?
- No son papeles, Gran Señor... -esta vez el tapón intentó apelar a la caridad del Señor de la Horda-, son pergaminos donde está escrita toda la historia de mi Clan.
- Y para que escriben historias... si finalmente todo pasa, nada permanece.
- Pero las historias permanecen en los pergaminos. Por eso las escribimos, para que las generaciones las puedan leer y recordar a sus antepasados.
- Me caes bien Tapon Pergamino... Y por eso no te pasaré a cuchillo como he hecho con el resto de tu clan.
-Gruntz como ha ido el asalto?
Un Orco enorme se adelantó junto al Señor de la Horda.
- Amo. Hemos tomado por sorpresa a los taponez, el asalto ha sido un exito total y no han tenido tiempo de reaccionar, casi toda la guardia ha muerto y un grupo muy escaso ha escapado al interior de la mina. Un grupo de Goblins se está preparando para seguirles la pista. En cuanto al resto de la horda se ha dedicado al saqueo y la ciudad arde por los cuatro costados.
- No mandes a los Goblins Gruntz, deja que ese grupo viva para que recuerde este día, tal como dice nuestro amigo Brakd Pergamino Ancestral y las generaciones venideras puedan recordarlo y contarlo a sus herederos. Cómo el Gran Karnak Señor de los Orcos, derrumbó su gloriosa ciudad. Pero tendrán que utilizar otros papeles, porque estos servirán para alimentar el alma se nuestro amigo.
- Gruntz, he prometido a nuestro tapón que no le pasaría a cuchillo. Cuélgalo de los pies y amontona todos estos papeles debajo, prende una gran fogata y deja que se ase dentro de su armadura. Así aprenderá a no contradecirme... Todo pasa tapón -sentenció el Señor de la Horda- nada permanece, tu ciudad, tu clan, tus pergaminos, tú mismo, todo será olvidado y arrastrado por la brisa del tiempo. Sólo la Gran Horda Orca permanece.
Gruntz cabalgaba en su enorme lobo junto al Señor de la Horda. Este callaba cabalgando tranquilamente sobre su propio lobo de guerra, miró brevemente hacia atrás. Su Horda marchaba tras él, implacable, cargando el enorme botín capturado a los taponez. Más allá a lo lejos lo que el día anterior era una orgullosa ciudad enana ahora tan solo era un monton de piedras negras, murrallas derrumbadas, edificios quemados. Una gran columna de humo se elevaba en el horizonte sobre el cielo azul plomizo, un enorme silencio se abatía sobre la ciudad roto tan solo por un largo y espeluznante alarido que emitía Brakd Pergamino Ancestral en su larga agonía.
Al volver la cabeza hacia el frente. El Señor de la Horda sonreía.
Saludos
karnak Señor de los Orcos.